Vivir según los principios incondicionales



La última vez que baje a Barcelona y visité casa de mis padres encontré algunas de mis antiguas libretas. Mi madre las sigue guardando todas, aquellos cuadernos de colegio que recolectaba a final de curso entre los compañeros para arrancarles las páginas usadas y quedarme con el resto para llenar de garabatos y escritos durante el verano. Releyendo por curiosidad algunos de ellos, como quien lee a otra persona, tropecé con un pequeño texto en una libreta del instituto que me llamó la atención: 

"Para el resto, nuestros actos y hechos pasados pueden resultar importantes, o definirnos, pero para uno mismo estos pasan a ser irrelevantes, lo que nos define en el momento es lo que ansiamos y aún no tenemos. Este es mi verdadero yo, el que vendrá y el que nunca se detendrá, nunca permanecerá estable, o sueño o muero.
Viajar donde los otros, a espacios y culturas ajenas. Perderme en el miedo a lo desconocido para reencontrarme, conocerme. Buscarme a mi mismo en los otros, conocer a desconocidos, y lo desconocido de los conocidos. Silenciar mi lengua para dejar que los otros me hablen. Aprender a ver el mundo con los ojos de otros, mirar hacia todos los lados e imaginar aquello que se nos esconde. Apostar por lo absurdo y lo abstracto por ser reales, moderar y moldear la lógica según las circunstancias. Vivir según los principios incondicionalmente."

No recuerdo en que momento, ni las circunstancias por las cuales redacté dicho "manifiesto", pero me sorprendió reconocerme en algún momento, haber actuado como decía. En otros me gustaría pensar que sigo siendo quién quería ser, y en otras me alegró ver que hay cosas que no cambian. Sigo sintiéndome atraído por lo abstracto, reajustando la lógica según las situaciones y dejándome arrastrar por lo absurdo y creyendo en la posibilidad de lo imposible. 




3 degustaciones:

Aina Rotger Vives dijo...

Ya eras un filósofo en el instituto.

Anónimo dijo...

Me encanta el texto. Siempre es bonito reencontrarte con un pedacito tuyo del pasado y poder ver en qué hemos cambiado y en qué seguimos siendo lo mismo.


La cafetera de Einstein.

Aka dijo...

No Aina, no era más que un adolescente inocente.
Tienes razón "cafetera" siempre es curioso releerse o verse en otros tiempos. El cambio continuo no nos permite apreciar los cambios acumulados.