diarios islandeses (xiii)


Son rastreadores extraviados, exhaustos por la incertidumbre del lugar, del tiempo que llevan corriendo, sin descubrir la presa. Son colmillos. Una jauría de sentimientos desbocados perdidos y desorientados. Se abren camino desconcertados abatiendo aquellos obstáculos que les impiden el paso. Todos menos el que cobija a su perseguido.

Habrá transcurrido, en pocos días, un año desde que abandoné la isla y de alguna manera sigo cautivo en ella. En el verde intenso bajo un cielo gris que se abre tras la lluvia, en el océano plomizo que acuna sus playas, en las casas teñidas de colores que pintan la ciudad, en el olor de la cafetera a media mañana cuando fuera llueve. Pero sobre todo, recordando el momento en el que supe que me querías. Tus ojos me lo decían. Luego te volviste para no verme marchar e hice mía tu espalda. En vesania floreciente. Te veo en todas ellas, te confundo hasta que descubro que no es la tuya, que no cae igual, con la misma elegancia, tu curvatura y entonces se desvanece. Pista falsa. Rastro equivocado. Soy consciente que no estoy buscando en el lugar apropiado. Sé donde debería buscar. Pánico, eso es lo que siento, pánico a descubrirte si busco en el sitio correcto. Por eso mantengo a la jauría alejada físicamente de la isla.



5 degustaciones:

Aina Rotger Vives dijo...

Siempre puedes ir a por ella y traértela aquí. Con tan buenos momentos, no entiendo cómo pudiste abandonarlo, preciosos recuerdos.

Laiseca Estévez dijo...

Miedo a descubrirte en el sitio correcto...
¡eso si que duele, duele un rato largo!...
si algo he aprendido con el tiempo,es que la isla perdida no esta lejos, se queda dentro de nosotros, y nos habita hasta el fin de nuestras vidas...
un abrazo AKA.

Aka dijo...

Aina, ojalá hubiese podido quedarme o venirse, pero los sucesos para bien o para mal se dan cuando uno menos se lo espera, y muchas veces en circunstancias que no permiten improvisar... y una vez escapado un momento tan especial recuperarlo parece harto imposible... pero quién sabe. Puede intentarse ;)

Tienes toda la razón Laiseca, las islas están aquí en nosotros para quedarse, y algunos parecemos empeñados en construirnos un archipiélago entero... habrá que hallar la ruta para volver a ellas.
Un abrazo

vera eikon dijo...

Es desgarrador. Nos gustaría pensar que el amor todo lo puede. Construir todos los puentes posibles, anular las distancias, las circunstancias. Sin embargo a veces no queda más remedio que alejarse, y vivir para siempre soñando y a la vez temiendo un reencuentro. Pero pienso que todo esto no lo hace menos amor. A veces creo que estos son los únicos para siempre.
Un abrazo Aka (y duerme bien, no quiero que te encuentres con el rostro de ninguna mujer ahogada esta noche...)

Aka dijo...

No sé si son los únicos para siempre Vera, pero marcan mucho todo y que me resulta injusto con los otros. Pero su intensidad y brevedad nos permite idealizarlos, recrearlos y refugiarnos en ellos, en lo que desearíamos sentir siempre, y por ello tememos el reencuentro, que se rompa ese sueño, ese paraíso que nos hemos creado.
Un abrazo