Noches blancas


¿No se cansará nunca el sol de brillar? Aquí nunca anochece. 

Es un país de sombras eternas. De extensas sombras proyectadas a todas horas. La noche está desaparecida, y los gatos nunca son pardos. El sol sube, baja, gira sobre nosotros (me remito al sistema aristotélico del universo), siempre sobre el horizonte. Presente en todo momento, clareando las noches (esa porción de tiempo que antes pertenecía a la noche). Imposibilitándolas. Son las noches blancas. Las noches que hacen que los sueños hastiados de esperar la oscuridad se vuelvan desvergonzados. Se expongan a la luz para confundirse con las sombras, y a bailar con ellas por entre los adoquines. Que se proyecten en las fachadas de los edificios, se asomen en sus grandes ventanales u ondeen las cortinas con sensualidad.

Por unos días los sueños se sientan a la mesa junto a la gente, les susurran cosas a los oídos y luego se alejan silbando la melodía de una chanson francesa. Pasean en nuestros bolsillos como una nota de una o dos líneas. Un número. Un garabato en una servilleta de papel rescatado. La vida se dilata en el tiempo, las personas refugiadas en sus hogares parte del año hace suya la calle, los jardines, las terrazas. Las conversaciones se escriben solas con frases capturadas al vuelo.

Así a la luz, quizás sea más fácil capturarlos, pienso. Es una buena ocasión para ver si me encuentro con mi sueño. Así que sigo caminando, deambulando por las calles de la zona vieja, paseando junto al río. Debería estar en algún puente, mi Nástienska debería aguardar sobre un puente. Es mi sueño (se lo robé a Dostoievsky) así que no debería resultar difícil de localizar. ¿Sabré reconocerlo?
Pasan las horas, visito todos los posibles puentes, desde el más pequeño al más grande, pero no lo identifico. Me canso. Llevo horas andando. Todo es silencio. Un silencio nocturno expuesto a la luz. Algo irreal, piezas desencajadas. Los edificios deberían poder interpretar canciones, saber tocar algún instrumento para acompañar nuestros paseos con una melodía. Interpretar nuestros estados de ánimo y acertar con la pieza a ejecutar. Ahora podrían acompañarme de vuelta a casa, acunarme para ayudarme a dormir ya que el sol persiste en no acostarse.
Mañana… ¿hoy?, si es que en esta época del año existen días, seguiré rastreando sueños. Lo presiento cada vez estoy más cerca.











































5 degustaciones:

Aina Rotger Vives dijo...

Te convertiste en gato.

Aka dijo...

Que mejor vida que la de un gato! Aún tengo que aprender a andar con su elegancia, pero todo llegará.

Patri dijo...

Demasiada luz. He echado de menos la oscuridad... esa que tan bien acompaña a un paseo..
;) Abrazo

Anónimo dijo...

Es una descripción realmente hermosa :)
Me ha recordado a algunas imágenes del círculo polar, durante el Gran Día.

Aka dijo...

Gracias Melpomene por la comparación los Amantes del círculo polar. Me enamoré de esa película la primera vez que la vi en los cines, y la volví a ella una vez que llegué a la Laponia. Historia triste pero hermosa.