Se pasó días hurgando en sus cajones, en cajas que llevaban años encerradas, buscando las fotografías de su vida. Recuperó negativos y diapositivas que apenas recordaba para constituir un álbum que capturase su trayectoria. Pensó que con ello las imágenes le liberarían de la necesidad de entretejer su memoria y recuerdos.
Al ir pasando las páginas de su obra, se sonreía con las imágenes que le asaltaban, las que evocaban su infancia de las que apenas guardaba escenas en su memoria, o la de sus familiares desaparecidos. Se sorprendió sin embargo que aquellos momentos reincidentes que se despertaban de entre todos los otros no hubiesen quedado capturados por ninguna cámara.
El cielo azul de verano con su sol cayendo sobre la terraza del edifico. El frescor de las sábanas y las camisas húmedas recién tendidas golpeando la cara mientras era perseguido entre la ropa por las minúsculas zancadas descalzas de su hermana pequeña. L'avia canturreando mientras va sujetando con pinzas la ropa que acarrea en un enorme cesto de colada.
La vertiginosa bajada en monopatín a la salida del colegio hasta casa. Esa libertad robada por unos minutos.
El quisquilloso nerviosismo de exponerse al público. De salir al escenario con los otros, afinar el instrumento, y tocar. Ausentarse del lugar, del tiempo, empujado por la música. Por estar viva, darle vida y alimentarse de ella.
El primer beso. Esa sensación repentina de una cavidad ajena, del vacío ajeno. Y las lenguas que se quieren en el encuentro. El abrazo que le sigue, los cuerpos que se estrechan y la mano de ella paseando por su pelo. Una sensación endiabladamente agradable.
La mañana que siguió a la noche en la que toda la luz parecía condensarse en la puerta abierta del balcón de la habitación. La cortina se inflaba y desinflaba acariciando su cuerpo descansado sobre la barandilla. El barrio seguía dormido. La descubrió a ella observándolo desde la cama y se enamoró de esa mirada enamorada.
La noche que llegó a casa y la descubrió aguardándolo allí, en el marco de la puerta del pasillo. Contraluz. Convirtiéndose en silueta frente a la noche que se colaba por la ventana. Su silueta. Su perfil en el hueco. Fumando. Una silueta con un punto de fuego.
El fuego de la chimenea que alumbraba y caldeaba las tardes de invierno. Padre, madre y hermanas. Sentado en el suelo, entre los cojines y con el gato bajo el jersey. Ronroneando. Sincronizando sus latidos con el ronroneo. Compartiendo el sueño.
...
Nada de eso aparecía en las fotografías que había rescatado. Se iban desvaneciendo sus recuerdos, y ninguno de ellos coincidía con los de las imágenes registradas por los otros. Capturaban dos realidades distintas, así que para evitar quedarse con solo una ante la inminente pérdida de memoria empezó a escribir.
10 degustaciones:
esas imágenes las veremos al momento de nuestra muerte (como dicen)?
Será cierto que vemos los momentos más trascendentales de nuestra vida cuando la vida -tal como la conocemos- se acabe?
Tu relato me recordó un video muy corto que nos muestra todo eso...lo voy a buscar y te lo voy a mostrar.
Un abrazo
Al fin y al cabo lo que nos queda y lo más bonito, sin duda alguna, son los recuerdos de una vida...
Besos
Hay recuerdos mucho más ricos que una fotografía, además al escribirlos pones mucho más de tí, son preciosos tus recuerdos.
besos.
Quién sabe Emma, eso dicen que tu vida pasa en un momento como si hicieses un repaso de ella. Mejor enterarte antes si requieres cambiar cosas, cuando todavía estás a tiempo a no darte cuenta de ello en el último momento... supongo que solo vendrán las cosas buenas para despedirnos con una sonrisa.
No sé cual es el video que me comentas, si lo encuentras házmelo llegar por favor, me haría gracia verlo.
besos
Si Pati, no existe nada mejor que la memoria. Fotografías, vídeos, canciones, lugares y olores como mucho pueden aspirar a catalizadores de nuestros recuerdos, a despertarlos o estimularlos. Pero sino lo consiguen, quedan en eso en una estampa o una melodía más o menos bonita... nada especial para nosotros.
besos
Es cierto Claudia, escribirlos es mucho más personal que una fotografía, y además le confiere al recuerdo una dimensión temporal extra, de como se percibe el recuerdo en un momento dado según las situaciones que nos aborden en el momento de plasmar un recuerdo. Lo que sentimos por las cosas pasadas va cambiando con el tiempo, y siempre es curioso leerse una vez pasado el tiempo y ver como veíamos las cosas antes y como las vemos ahora... yo al menos me sorprendo muchas veces. Es tener un registro de la evolución de nuestros sentimientos.
un beso, y un placer volver a verte por aquí Claudia.
Escribir, si se escribir como lo haces tú, no hay fotografía que plasme mejor los detalles.
Gracias Aina, quizás los escritos no tengan el detalle ni sean tan fieles a la realidad como una fotografía, pero capturan mejor las emociones independientemente de los factores externos de luz, composición, etc. de los que depende un fotógrafo. En el texto somos libres para mover situaciones y darles la luz que queremos o sentimos... en el fondo son nuestros recuerdos o nuestros sueños :)
besos
Aka me encanta las fotos de tu blog y todo elconjunto de la entrada, Me dejaste pensando en tu post. Que es muy cierto como si delinearas en un instante toda una vida y que no bastara con dejarla en una bella imagen sino con la memoria del recuerdo, bella entrada, besos
te pongo en mi roll y te sigo, no quiero perder tus entradas
Muchas gracias Mixha, eres bienvenida a este espacio y siempre se agradecen los comentarios. Es cierto el poder que tienen las imágenes sobre nosotros, es incuestionable, más que nada porque somos animales visuales, pero la imagen de recuerdos o vivencias tienen el poder de despertar la memoria. No necesariamente ligada a la foto pero que de alguna manera nos evoca a otros recuerdos... complejo saber los mecanismos de la memoria y los sentimientos.
un abrazo
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