mesa para uno


Desapareció el reflejo de la ventanilla. El tren dejaba atrás el túnel, y el paisaje volvía a colarse por la ventana del vagón. Él seguía de pie, en la plataforma del vagón, traspasando el vidrio con la mirada. Disimulando. Anhelando adentrarse en otra galería oscura para que la imagen de ella volviese a manifestarse al otro lado del cristal.

Ella se había percatado en los días anteriores de su comportamiento y lo observaba curiosa desde su asiento. Deseaba que apartase la mirada de la ventana para dignarse a mirarla directamente, pero él seguía encubriendo su mirada en los borrosos árboles que iban dejando atrás. Así que decidida cerró el libro que reposaba sobre sus rodillas, lo guardó en su bolso y se levantó para ir a su encuentro.

En aquel momento él se había quedado sin opciones, no podía seguir negando su presencia, debía encararla. Pero no hizo más que emitir una ridícula tímida y nerviosa sonrisa de compromiso. Ignoró aquel decepcionante gesto y acercando sus labios a su oído le susurro: ¿notas el deseo de besarte cuando te miro a los ojos? Pues espera a notar la intención de mis labios cuando rocen tu cuerpo…

El altavoz del tren interrumpe la escena anunciando la próxima parada a medida que va reduciendo su velocidad. El tren se detiene del todo y abre sus puertas. Me subo la cremallera de la chaqueta hasta el cuello, le doy una vuelta más a la bufanda, y tras reajustarme bien la cartera sobre el hombro abandono el vagón. 

No puedo evitar girarme, mirar desde el andén si ella sigue allí. Permanece sentada en su butaca, leyendo un libro del que no ha apartado su mirada en todo el trayecto. Hoy tampoco se ha atrevido a decirme nada, pero algún día tendrá que suceder. O quizás mañana se me ocurra alguna cosa que decirle, algo que merezca interrumpir su lectura. En fin, otra cena a solas.


11 degustaciones:

Aina Rotger Vives dijo...

Uhmmm, ¿a qué esperas?, qué rabia, mañana mismo.

Patri dijo...

Vaya... supongo que a cualquiera le encantaría que le susurraran así al oído...
Me temo que con tus palabras y tu forma de escribir van a caer rendidas a tus pies, como hoy ya lo hacen..
Abrazo.

vera eikon dijo...

Me encantan los trenes, y los relatos de trenes. La rutina convierte en cotidianos rostros de desconocidos (que en la mayoría lo seguirán siendo, pero a pesar de eso cotidianos, conforman el caleidoscopio de tu día a día). No sé si podría resistirme a un asalto así en un tren. Y tengo la costumbre de levantar de vez en cuando los ojos del libro y reconciliarme con el mundo que gira a mi alrededor. Así que seguramente las miradas acabarían confluyendo, aunque no sé hasta que punto tendría la valentía...
Besos

Aka dijo...

Aina: a ese mañana, le siguió otro, y otros muchos se sucedieron hasta que dejé de hacer aquella ruta. Aprendí a conformarme con el reflejo y las miradas de reojo... uno que es de naturaleza cobarde.

Aka dijo...

Pati: si, supongo que todos tenemos ese tipo de fantasías, aunque suelen quedarse en eso en ilusiones. No caen, no, para eso primero debería ser capaz de formular palabras :)

Aka dijo...

Vera: el tren es mi medio de transporte predilecto, y tienes razón con la frecuencia uno llega a familiarizarse con mucha gente y llegar a ser desconocidos conocidos. Cuántas historias recree en los otros en mis años de instituto y facultad, cuando recorría el mismo trayecto y a las mismas horas cada día. Uno llega a creer que conoce un poco a los otros. Interpretas si ha tenido un día malo, bueno, si está agotado, etc...
También suelo apartar la vista del libro o la ventana pero la valentía para estas cosas no es mi fuerte. Nunca he vencido a mi gato aguantándole la mirada... mucho menos a una desconocida.

vera eikon dijo...

Yo tengo dos gatos. Doble derrota...

EG dijo...

Hace muuuuchos años que no me subo a un tren. Admito que para leer estas historias debo situarme en algún país europeo, porque de solo imaginar subirme a un tren para ir al trabajo en mi país, la oferta no sería muy agradable ni tranquila la situación. Todos se empujan, van amontonados, te roban los punguistas, te manosea otro, seguramente iría parada porque nadie cede un asiento....salvando esas distancias astronómicas y situándome en un tren de película...sí, me encanta mirar, observar, imaginar y alguna vez he llegado a desear. Por favor te pido Aka, hablale!!!

Kris Diminutayazul dijo...

no puedo con las historias de viajes, de trenes... es necesario moverse, y necesario arriesgarse

Aka dijo...

Vera, son infalibles aguantando la mirada! Eso cuando se dignan a mirar. Bellas criaturas.

Ja ja Emma, me pasaría la vida hablando con desconocidos de tener que hablar con todas las imágenes que me cautivan,... me acabarían tomando por un loco por hablarle a todo, así que mejor me quedo con el platonismo en estos casos.
Es verdad Emma, me llamó mucho la atención la ausencia de trenes en Argentina. Alguno hay en Buenos Aires, pero son como dices más tipo metro, abarrotados de gente que trenes, para el resto del país hay que moverse con los autobuses (muy cómodos eso si).

Aka dijo...

Hola Kristel, trenes y viajes parecen fascinar a mucha gente. A diferencia de otros transportes modernos, el tren es un viaje en sí mismo, forma parte de esa experiencia donde descubres gentes, situaciones, paisajes... todo un mundo. Me pasaría días cambiando de un tren a otro!! El riesgo lo reservo para cuando es necesario.
un abrazo