Gonjasufi: She gone
Cuando el niño era niño…, caminaba con los brazos abiertos,
quería que el riachuelo fuera un río, el río un torrente, y un charco el mar.
Cuando el niño era niño, el no sabía que era niño, todo era alegría y todas las almas una.
Cuando el niño era niño, no tenía opinión sobre nada, no tenía costumbres,
se sentaba en el suelo, corría por doquier, tenía un tirabuzón en el pelo y hacía muecas al hacerse fotos.
Cuando el niño era niño, se despierta un día en una cama extraña, y ahora lo hace siempre.
Antes, le fascinaban muchas personas, y ahora solo si está de suerte.
Se imaginaba claramente el paraíso y ahora apenas lo adivina.
No solía pensar en la nada y hoy se estremece con esa idea.
Cuando el niño era niño, jugaba con entusiasmo y ahora solo siente algo parecido cuando se trata de su trabajo...
Cuando el niño era niño… era el momento de hacerse esta pregunta:
¿por qué soy yo y no soy tú, por qué estoy aquí y no estoy allí; cuándo empieza el tiempo y dónde termina el espacio?
¿No es la vida bajo el sol un mero sueño?
¿No es lo que yo veo, oigo y huelo nada más que el reflejo de un mundo delante de otro mundo?
¿Existe realmente el mal y gente que realmente es mala?
¿Cómo puede ser que yo que soy yo antes de serlo no lo fuera y que algún día yo, que soy yo, deje de ser lo que soy?
Der Himmel über Berlin (El cielo sobre Berlín; 1987)
Escrita: Peter Handke
Director: Wim Wenders
Qué camino tomar, me pregunté entonces. Ahora veo con mayor claridad que el camino era lo que menos importaba, que de hecho era yo el que acababa atravesado por los caminos en los que me internaba. Al igual que todos ellos se cruzaban y sus trayectorias siempre se acababan desviando hacia el mismo sitio, reconduciéndome una vez sí, y otra también, a mí mismo, hacia mi propia alma, hacia aquella conciencia que pretendía haber dejado tan lejos y con la que no deseaba enfrontarme. Tomase la decisión que tomase, el recorrido íntimo que debía llevarme a la confrontación personal resultaba inevitable. Pero entonces no lo sabía.
Podría haber corrido tras ella. Todavía estaba allí, en forma de punto distante apunto de doblar el horizonte. Unirme unos días más con Kajsa y contemplar como intentaba ensamblar los despojos que dejaba a su paso para rellenar los huecos cuyo contenido aseguraba le había sido hurtado. Podría haber concedido parte de mi ser a su causa, pues ella deseaba ser llena, y yo en aquel momento buscaba desposeerme de mi mismo. Ella actuaba como una persona-agujero definida por su vacío, y yo como una persona-materia que circunda y envuelve su concavidad. ¿Pueden existir el uno sin el otro? Los agujeros se definen como parásitos ontológicos: siempre existen sobre y en algo, no pueden vivir aislados. ¿O será al revés? Todo vacío está rodeado por sustancia, al mismo tiempo que toda sustancia queda definida por los vacíos que la rodean. ¿Qué está dentro y qué está fuera?
Me resultaba difícil distinguir entre lo que yo fantaseaba y lo que consideraba real. Siempre me ha costado. De niño enfermé de sueños y fantasía y nunca me curé del todo. He vivido con fantasías toda mi vida y deseaba despojarme de ellas. Con gran esfuerzo podía vislumbrar la realidad, y conseguir que esta fuese real, seguir su sendero… pero la realidad era violada incesantemente por fantasías. Irme con ella era una fantasía, estaba claro. Cruenta, por posible, pero fantasía tal y como yo imaginaba el viaje. Ya entonces sabía de mi capacidad para hilvanar, y de mi incapacidad para coser, y de como tarde o temprano todo lo que zurzo acaba por desenlazarse. Lo que hubiésemos juntado acabaría desgarrado, mi arte para los remiendos no es muy bueno. Temo acabar oprimiendo demasiado las telas y romper el hilo antes de tiempo.
Me resultaba difícil distinguir entre lo que yo fantaseaba y lo que consideraba real. Siempre me ha costado. De niño enfermé de sueños y fantasía y nunca me curé del todo. He vivido con fantasías toda mi vida y deseaba despojarme de ellas. Con gran esfuerzo podía vislumbrar la realidad, y conseguir que esta fuese real, seguir su sendero… pero la realidad era violada incesantemente por fantasías. Irme con ella era una fantasía, estaba claro. Cruenta, por posible, pero fantasía tal y como yo imaginaba el viaje. Ya entonces sabía de mi capacidad para hilvanar, y de mi incapacidad para coser, y de como tarde o temprano todo lo que zurzo acaba por desenlazarse. Lo que hubiésemos juntado acabaría desgarrado, mi arte para los remiendos no es muy bueno. Temo acabar oprimiendo demasiado las telas y romper el hilo antes de tiempo.
Aquel no era mi sueño. No el que aguardaba. No el que tocaba en aquel momento. ¿Si allí no estaba mi sueño, por qué quedarme allí? Así que simplemente me puse a caminar en dirección contraría a la suya. Esperando que alguna carretera me cruzase y me indicase la próxima trayectoria a seguir.
¿Dónde van a parar todas las vidas que no vivimos por vivir la nuestra?