Rumbo a Tarsis


Goran Bregovic: Bubama



Pero Jonás se levantó para ir a Tarsis, lejos de la presencia de Yahvéh. 
Bajó a Yoppe y encontró una nave que iba a zarpar hacia Tarsis. 
Pagó el pasaje y se embarcó en ella para ir con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Yahvéh.

Libro de Jonás 1 (siglo VIII a.C)


La conocí a través de Julia. Julia trabajaba en la librería Tartessos cuando nos conocimos. No recuerdo exactamente dónde tuvo lugar nuestro primer encuentro, pero sí la primera vez que vagabundeando por el barrio gótico pasé junto a la librería y la descubrí allí dentro. Tartessos tenía un techo alto, con estanterías que se enfilaban por sus paredes hasta sus confines, y en la que que se respiraba el desorden. La entropía de libros que se mueven, que no son mero adorno, sino que viven sus letras y las hacen saltar de las páginas. Miles de libros se amontonaban en sus estantes, y otros cientos lo hacían sobre las mesas o en el suelo, junto a la bicicleta del dueño. Y entre todo aquel mar de letras estaba Julia, con una sonrisa amplia. Siempre adornaba su rostro con una sonrisa dulce. Aquello me cautivo, la  mueca de felicidad enmarcada en una larga melena ondulada y el vestido largo y holgado que vestía. Creo que nunca llegué a ver sus pies ni si llevaba calzado, para mí era como una chica etérea que arrastraba un vestido tras de sí. Tenía conocimiento de todos los libros que se escondían en aquella librería, incluso los que habitaban sus rincones más viejos. Tiraba de uno y otro y al final siempre acababa apareciendo el libro por el que el cliente preguntaba, y desentrañaba al mismo los secretos de las diferentes ediciones de cada publicación. Me enamoré de su concepto primero, y luego de sus palabras el día que leí un artículo que graviataba alrededor de la vida y obra de María Zambrano. 

Al fondo de la librería fue donde me enseñó por primera vez su proyecto de libro. Aquel poemario ilustrado con fotos de Chloé. La amiga francesa, llegada desde la Normandía a Barcelona un año y medio antes. Chloé trabajaba en la misma calle, en un restaurante de bagels. Es decir preparando y sirviendo bocadillos en unos panecillos circulares a los que alguien les había robado el centro. Por no ser una mera barra de cuarto de pan blanco, el lugar gozó por un tiempo de cierto éxito. Aquellos panecillos que cocía en agua aromatizada con miel antes de hornearlos para hacerlos más densos, parecían gustar y tener su clientela fija. Hicimos del lugar un punto de encuentro aquel verano. Chloé disfrutaba de la fotografía, y andaba todo el día, cuando no estaba amasando u horneando, robando imágenes por todo el barrio sobre su bicicleta. También escribía cuentos para niños y colaboraba en un teatro de marionetas afincado en el Raval. Me convencieron para que ilustrase uno de sus cuentos, que la tinta diese forma a sus palabras y a ello me dediqué parte del verano y el otoño siguiente. Me distraía de la rutina del trabajo y me permitía disfrutar de su compañía y proyectos.

Aquella fue una buena época, en la que el tiempo se dilataba y caminaba ocioso de mi mano por todos los rincones del casco antiguo retratando calles, portales y habitantes. Ya hace algunos años que la librería cerró, la cultura cedió y en su lugar se erigió una tienda de moda de ropa juvenil con música estridente. La tienda de los bagels padeció una suerte similar, y la ciudad se me muestra más extraña cada vez que vuelvo a ella. Cada visita me sorprende con unos barrios cambiados, cada vez más ajenos a los que conocía, con el presentimiento a veces de haber vivido en un barrio soñado. Al menos me satisface comprobar que los cines Méliès siguen funcionando, y que todavía practican su filosofía de sesión continua. Las butacas viejas siguen igual de incómodas que siempre, oscura como debe ser una sala de cine, vacía la mayor parte de las veces y con una cartelera de películas temáticas en versión original semanal. Recuerdo cuando convencí a Enric para ver, por el precio de una entrada y de un tirón, la filmografía de Kusturica. ¡Cómo salimos emborrachados de vientos nómadas y gitanos tras las proyecciones! Bailamos calle abajo perseguidos por una fanfarria de músicos zíngaros comandados por Bregovic saltando con los dos pies dentro de un charco cada vez que el maestro gitano hacía chocar sus platos. El sonidos de sus vientos nos acompañó en cada una de las cervezas que bebimos aquella noche. La banda completa de metales y percusiones nos seguía al completo. Gatos y perros callejeros nos reverenciaban, un espíritu zíngaro se apoderó de nosotros aquella tarde, un espíritu que nos arrojaría a los caminos, las estaciones de trenes y a descubrir los sonidos de otros países.


Las dos fotografías centrales son autoría de Carlos Lorenzo, fotógrafo de Barcelona. Han sido extraídas de su blog: Barcelona PhotoBlog
http://www.barcelonaphotoblog.com
La última imagen corresponde a un fotograma de la película de Emir Kusturica  "Tiempo de gitanos" (1988)

Tartessos fue el nombre que otorgaron los griegos a la que creyeron la primera civilización de Occidente posiblemente situada en el suroeste de la península Ibérica que alcanzó su mayor esplendor cuando empezaron a relacionarse con los enclaves fenicios. Gerión fue su primer rey mitológico, un gigante tricéfalo que pastoreaba manadas de bueyes a orillas del Guadalquivir. Una de las doce pruebas de Heracles consistía en robar uno de sus bueyes. Otra leyenda dice que Gerión fue el gigante que mató Heracles y sobre el que edificó la Torre de Hércules en A Coruña. 



11 degustaciones:

i*- La que canta con Lobos dijo...

Me has recordado a una librería que visito cotidianamente, ésta al contrario que la tuya, la atedien una pareja de edad entre los 40 y 50 años. Bastante amables. A veces ponen jazz y me gusta. Lo que no me gusta es como a veces cambian las cosas en las grandes ciudades. Parece divertida esa filmoteca. Un abrazo :)

Aina Rotger Vives dijo...

Aka...

es hora de confesar que eres, de todos, mi escritor preferido, ¿qué más puedo decir?

D.G. dijo...

encuentros y desencuentros...
de nosotros mismos

Bird dijo...

AKA. Creo que me enamore del relato. Imagine cada parte. Las fotografías son hermosas.

miette dijo...

Pero que bonito por favor!!!

besos casi otoñales

Aka dijo...

Suerte si todavía puedes gozar de una librería así Loba. Antes habían bastantes de este tipo en el casco antiguo de Barcelona, pero han ido cerrando todas, ésta fue de las últimas en resistir, pero imagino que las pocas ventas y la presión de las tiendas de moda y fashion que se han extendido por el barrio como una epidemia han acabado con todo este tipo de comercio para homogenizar el barrio. Las ciudades pierden con ello cada vez más su carisma, vayas donde vayas, en toda Europa los centros ya son casi iguales, todos tienen su Zara, su H&M, y otras tiendas iguales... son barrios clónicos con los mismos comercios... en fin los grandes imperios se imponen en un mundo cuyos bolsillos cada vez están más vacíos de toda ética.

besos

Aka dijo...

Aina, consigues sacarme los colores con estos comentarios. Es muy halagador que te gusten mis textos, en serio, también yo disfruto con tus reflexiones en la terraza del café.

besos

Aka dijo...

Daniella, el medio cambia y nosotros cambiamos, y a veces entre tanto cambio yo me pierdo, al final me reencuentro o me reinvento si es necesario (tanto da)..
gracias por la visita.
besinhos

Aka dijo...

Gracias por el comentario y tus visitas frecuentes Bellarte. Las fotos son robadas a un fotógrafo que se dedica a pasear su cámara por Barcelona.

besos

Aka dijo...

Gracias Miette, besos del todo otoñales por aquí. He actualizado la foto aprovechando un paseo del otro día y que el cielo se digno a aclararse. Ya debe quedar poquito por allí abajo... Octubre es el gran mes, el mejor de todos! Me gusta su sonoridad, esa O grande que le precede.

besos otoñales

Anónimo dijo...

Desde luego, lo de describir entornos, personas y situaciones, se te da de maravilla amigo. Un abrazo.