–Tampoco te esmeras mucho con los deberes, sales corriendo en cuanto acabas de comer. Por cierto, ¿qué haces en el bosque?
–Pasear ya te lo he dicho.
–¿Mirando los árboles y escuchando los pájaros?
–¿Y qué tiene eso de malo?
–¿Estás seguro de que eso es lo único que haces?
–¿Qué iba hacer si no?
–Eso lo sabrás tú mejor que nadie. Y además, no deberías estar siempre solo. Vas a volverte loco.
–¡Entonces deja que me vuelva loco!
–¡No emplees ese tono con tu madre!
–¡Entonces deja que me vuelva loco!
–¡Ten mucho cuidado!
Ella se acercó. El permaneció quieto. La madre le dio una bofetada en la cara. Él ni se movió.
–Si vuelves a pegarme, blasfemaré –dijó él.
–¡No lo harás! –dijo ella y le dio otra bofetada.
–Hostia –dijo él–. Me cago en la hostia. –Lo dijo del modo más tranquilo posible. Luego notó que le salía el llanto, un llanto de rabia, se dio la vuelta y salió disparado. Siguió corriendo cuando se encontró en la calle. No porque tuviera prisa, sino porque la rabia también tenía que ver con sus piernas. Me cago en la hostia, pensó mientras corría.
Kjell Askidsen
Cuentos, edición y prólogo de Fogwill (2010)
Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo
Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo
Ediciones Lengua de Trapo SL, Madrid, 300pp
El mundo ya no es lo que era. Ahora, por ejemplo, se vive más tiempo. Yo tengo ochenta y muchos, y es poco. Estoy demasiado sano, aunque no tenga razones para estar tan sano. Pero la vida no quiere desprenderse de mí. El que no tiene nada por qué vivir, tampoco tiene nada por qué morir. Tal vez sea ese el motivo. [...]
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