Rabdomantes (cinco)




La casa le abrió la puerta al verla llegar. Dentro el aire era fresco, un espacio umbroso de luces tenues, con numerosas estructuras arquitectónicas que esparcían la luminosidad impidiendo la entrada directa del sol. Evren se desprendió del calzado, dejándolo donde cayó de sus pies. Allí había otros zapatos y sandalias de diferentes tamaños pisándose entre ellos. Aske había desaparecido por una de las dos oberturas que ofrecía el recibidor, la que llevaba al patio interior. 

–¿Hola? –preguntó siguiendo a Aske.

Llegó través de un pasillo blanco hasta otra puerta que al abrirse dio paso a una intensa luminosidad. En medio de aquel baño de luz vio la silueta negra de la perra moviéndose frenéticamente entre el algarrobo y el limonero, alrededor de una mujer mayor. Aske se detenía un instante ante la mujer hasta que esta daba una palmada, entonces la perra ladraba con su grave y fornida voz para volver a lanzarse a otra de sus exaltadas carreras. 
–¡Mama! ¿Qué haces aquí fuera con este calor? –preguntó sin dejar el umbral.
–Pimientos –se limitó a decir la mujer levantando una mano llena de guindillas verde amarillentas con un ligero brillo.
Con unos pasos cansados, Yady, se alejó del diminuto huerto hacia su hija. Aske la siguió trotando.
–Iba a preparar la cena –dijo antes de darle dos besos de bienvenida.
–No entiendo porqué sigues haciendo esto.
–¿El qué?
–Cocinar. No lo entiendo. Deberías dejar que Köle se encargase de estas cosas.
–Köle ya se encarga de muchas cosas.
Las dos mujeres entraron de nuevo en casa. Se dirigieron hacia el espacio que acogía la cocina.
–Köle puede ayudarte. Puedes dejar que cocine, sólo dile lo que quieres.
–¿Y a mi?
–¿A ti qué, mama?
–¿A mi, qué me queda a mi?

La mujer había dejado las guindillas sobre la mesa, mientras abría un cajón tras otro buscando algo. Sacó una pequeña olla y siguió indagando en otros compartimentos del mobiliario de la cocina. Abriendo y cerrando portezuelas.

–¿Mama, qué buscas?
–La tapa, hija, la tapa de la olla. A saber dónde la guardó Köle la última vez.
–Pregúntaselo. Por cierto, ¿dónde está? No lo he visto.
–Le he pedido que fuese a buscar unas verduras al Almudí. ¿Dónde la habrá dejado? –la mujer seguía explorando las alacenas.
–Quieres parar. Llámalo. Llámalo y pregúntale dónde está la tapa.
La mujer se detuvo, manteniendo una mano sujeta a una puerta abierta y dirigió su mirada a Evren.
–Quieres parar.
–¿Parar, el qué?
–Pues eso, de hacer lo que haces.
–Pero, ¿qué hago?
–Decirme todo el rato lo que tengo que hacer –volvió a rebuscar entre los objetos de la alacena.
–Es que no entiendo porqué te complicas la vida. Podrías llamar a Köle y …
–Köle, Köle, Köle. ¿No sabes decir otra cosa? Deja de mencionarlo todo el rato.
–Como quieras…, pero no te entiendo. Köle está para eso, para ayudar.
La madre volvió a suspender su búsqueda. Sus ojos empequeñecidos, hundidos en un mar de arrugas, contemplaron a Evren plantada en medio de la habitación.
–Hija, ¿por qué vas cada día a los páramos?
–¿A qué viene esta pregunta ahora?
–Dime, ¿por qué?
–Ya sabes porqué. Hay que buscar agua. Alguien tiene que hacerlo.
–Ya.
–¿Ya? ¿Qué insinuas con “ya”?
–Nada. No insinúo nada.
La mirada menguada de la madre retornó a los objetos almacenados en las estanterías. Evren negó con la cabeza.
–Ven Aske, vamos a ducharnos.

En el vapor de la ducha Evren creyó atisbar la silueta difusa de una ballena elevándose para inmediatamente colapsar. Entre el ruido constante del chorro de agua que masajeaba su espalda empezaron a colarse unos sonidos secos. Empezaron unos pocos, como oquedades que se filtraban en el oído, pero su frecuencia fue en aumento, hasta confundirse con el del agua. Cerró los ojos, pero el golpeteo no cesó. De nada sirvió que presionase sus oídos. No era externo. Los golpes venían de dentro. Y una vez más estaba allí el cuerpo inmenso del cetáceo suspendido entre vaho. El sol se colaba por la claraboya del techo y su luz se difuminaba entre la humedad en suspensión, el contorno del animal iba perdiendo nitidez e intensidad. El ruido cesó en cuanto apagó el grifo. Se sobresaltó cuando una gota condensada cayó a sus espaldas. Un sonido sordo como el que la había atosigado. Una segunda gota se desprendió de la alcachofa de la ducha. Cogió el mango de la misma y lo bajó, depositándolo en el suelo para evitar que otras gotas se precipitasen.

El lavabo seguía sumergido en una espesa nube de vapor, abrió la puerta para que se ventilase la habitación. Pasó el dorso del puño sobre el espejo y despejó un óvalo en el vapor condensado. El agua, el calor, habían alterado el color de sus mejillas. “Los gigantes no existen”, le dijo a su reflejo a medida que éste se enturbiaba de nuevo. “No existen”, insistió volviendo a esclarecer el espejo empañado. Volvió con nitidez su rostro con el pelo pegado a la cabeza. Lo contempló. En el labio inferior destacaba una mancha rojiza tirando a púrpura. Dobló con sus dedos delicadamente el labio para explorar su cara interna y descubrió una pequeña herida sangrante. Todo el interior estaba lleno de diminutas cicatrices. El reverso mostraba un mosaico de enrojecimientos sanguinolentos y porciones de piel despigmentadas por el reiterativo mordisqueo de la zona. El vaho volvió a borrar su imagen del espejo. 

–No existen.


Caminó desnuda hasta al dormitorio y se sentó en el borde de la cama. Aske, tumbada en el suelo, ni se inmutó. El hambre y la obligación de acabar el informe se debatían en su interior. Optó por dejarse caer de espaldas sobre la sábana inmaculada. Estaba perfumada. Permanecería así sólo el tiempo necesario hasta que estuviese seca, pensó cerrando los ojos. No vio nada. Los gigantes habían desaparecido. Abandonó la comodidad de la cama para tumbarse junto a Aske con la mano sobre su barriga, percibiendo el aletargado sube y baja de su respiración. No deseaba otra cosa que cerrar los ojos y no ver nada. Hallarse en un refugio vacío todavía no colonizado por sus sueños o los de otros. Con una conciencia yerma. Con una memoria que no hubiese sido nunca sembrada. 






4 degustaciones:

elmaquinistaciego dijo...

Buenas noches, Aka,

al fin he copiado y pegado para leer todo junto. Estoy adquiriendo 'este patrón', no sé si bueno o malo, jeje, pero me estoy acostumbrando.
Una maravilla. Me resulta muy difícil explicar todo lo que he sentido y todo lo que se queda en el avispero de mi mente (quién pudiera tener 'esa memoria que no hubiera sido sembrada' ;). Se me han quedado pegadas muchas sensaciones y pensamientos, como esas pulgas que siguen a Aske. Con la poesía y la ciencia ficción suele pasarme eso, me quedo un poco aturdida, como la propia Evren ante ciertas imágenes. Me vienen a la mente THX 1138 de George Lucas, Días Extraños de Kathryn Bigelow, y algún que otro relato.
Como bien dice Carmela en algún comentario anterior, escribes y describes increíblemente bien, y estos Rabdomantes están siendo de lo mejor.
Aunque no tenga ni idea de ciencia, agradezco que 'cueles' los tecnicismos, gracias a eso acabo de descubrir El vuelo de Lévy (título fantástico para algo...).
Me encanta cómo se entretejen los páramos, el futuro incierto de la escasez de agua y los robots -tan cerca ya...- con lo que todavía es nuestro mundo. La mayor desazón la provoca siempre lo cotidiano. Esa cucharilla removiendo el café del desayuno, esa simple cuchara que convierte en real lo aparentemente imposible de la conexión neuronal entre individuos, que la hace una actividad más del día a día.
Iba a decir que me daba vértigo pensar en que yo misma, después del terrible debate interno, seguro acabaría queriendo conectarme y quién sabe si no adicta a experimentar la vida de los demás y entonces llega el tortazo de la realidad: eso ya está aquí. Sólo falta lo físico del acto, por lo demás, ahí está todo el mundo 'conectado' virtualmente (nunca mejor dicho), tan continuo todo y tan de mentira. Es increíble cómo sólo Aske y su cojera entrañable, los ojos del gamo observando unos instantes antes de seguir su camino, y la madre de Evren con su querencia por la actividad 'normal', son lo único que refleja la calidez de lo que significa la humanidad.
Muero de curiosidad por saber lo mismo que quiere la madre de Evren (aunque ella seguro ya lo sabe y sólo se lo pregunta para obligarla a reflexionar y sacarlo fuera...quién sabe, ya nos lo contarás ;)
Es terrible este punto al que se ha llegado en que es como si al no exponerse continuamente a los ojos ajenos, no existiéramos. ¿En qué momento dejó de ser la vida privada, la intimidad, el propio ser, un bien preciado, el más preciado?
Enn finn....como bien dices, quién tuviera una mente que no fuera un avispero, una memoria todavía no sembrada...
Aquí espero, con muchísimas ganas de Rabdomantes (Seis) ;)
Besos (a compartir con Carmela cuando venga) y que tengáis muy buena semana.

Carmela dijo...

Me cojo esos besos Maquinista antes de que se los quede todos Aka, jajajaja, gracias

Hola Aka, sabes hoy me ha gustado especialmente la "normalidad" de la entrada y dejame que te explique. Me refiero a una escena más propia de un tiempo tal cual, sin robots ni cruces de pensamientos compartidos, aunque realmente si los hay con la presencia de la ballena. Pero no se, quizás porque al ir leyendo veía a mi propia madre en la madre de Evren. Y a mí y a mis hermanas en la misma Evren. Y te cuento por qué, jajajaja dirás que estoy un poco loca, pero es que ahora estamos en una situación familiar en la que nos acercamos a esa imagen que tan bien he visto con tus letras. Mi madre anda mayor, con problemas de movilidad y de salud, aunque con su cabeza muy bien puesta y estamos en no dejarla sola, turnándonos, con una señora que hemos contratado de momento por unas pocas horas (Kóle), y ella se ahoga, se ahoga porque siempre ha sido ella la que ha estado pendiente de nosotros y volcada en nosotros. Se ve agobiada y aunque sabe que no puede estar sola, eso la mata, y bueno, en ese lucha de cuidarla pero dejarla estar lo menos agobiada posible estamos, y tu texto me ha llevado a ello. A esa pregunta que me ha sonado a grito desgarrador: A mi, qué me queda??
Ya ves dirás que no tiene nada que ver con tu entrada mi comentario, pero si que lo tiene para mi, ero ando un poco espesa y no podría decir mucho más. Ando bajilla, melancolica mis palabras, como me dijiste y algo agobiada de trabajo y de relaciones de mi entorno, pero eso no me quita lucidez para decirte que me ha encantado tu entrada, que es de lo que se trataba este comentario a fin de cuentas.
Estoy deseando seguir disfrutando la historia, Aka.
Un beso y perdona un poco mis desvarios.

Un abrazo grande Maquinista.

Aka dijo...

Muchísimas gracias por comentar Maquinista y los besos (que Carmela ha dejado unos cuantos :))!!

Es cierto que la conexión ya está aquí, de ahí supongo me vino la idea, de ver cada día en el tren a la gente "conectada" tan ajenas a la realidad de lo que les envuelve. Es increíble ver como la mayoría no despegan su mirada de los móviles en lo que dura el viaje... critico mucho esa actitud y luego me encuentro yo mismo desconectado, leyendo un libro, y me pregunto sino es lo mismo. Ellos chatean, leen noticias o miran videos en Facebook o cualquier otra red social, igual que yo me pierdo en las lineas de un libro. Desconexión siglo XXI vs desconexión siglo XX, pero desconexión al fin y al cabo. Y sí, de existir la posibilidad de experimentar la vida de otros, quizás en algún momento yo también me viese tentado a sentir lo que es estar en la piel de otro. ¿No es eso al fin y al cabo lo que buscamos en una buena novela? ¿Empatizar con el narrador o el protagonista y dejarnos llevar por sus sentimientos?

Lo horroroso de la hiperconexión es que al final desconectamos de lo cercano y lo cotidiano. La perra, el gamo, la madre, ya anciana, son esos atisbos de "humanidad". Como leía el otro día, quizás los humanos hemos perdido el libre albedrío de lo natural para ser dominados por la tecnología. El mundo tecnológico ya no es un objeto sino un entorno. Una vez puesta en marcha la ciencia y la tecnología derivada de ella, nos hemos dejado arrastrar por su pulso. Nos obliga a hacer cosas. No tenemos que justificarnos. Al final no nos permite ver ni entender el mundo, porque lo sustituye. Leyendo sobre el lanzamiento de las bombas atómicas en Japón, descubrí horrificado la justificación que algunos de sus creadores dieron ante la necesidad de tan monstruoso acto: "la habíamos fabricado (la bomba), como no íbamos a lanzarla. Eso se hace casi sin pensar". Terrible. Si el humano ya tiene una pulsión interior destructiva, la tecnología dirige al hombre a una carrera sin freno... y ahora ya me he perdido... jajaja, no sé ni lo que quería decir ni dónde quería llegar, pero hasta aquí he llegado.

Seguiré con los Rabdomantes, que le he cogido cariño a Aske :)
Que pases un buen día mañana!! Aquí lo celebraré con unos cuantos boniatos, castañas gallegas y un moscatel ;)
Un abrazo bien fuerte

Aka dijo...

Gracias por compartir los besos de Maquinista, Carmela ;)

Me ha gustado lo que dices, y me hace gracia, de desvarío nada, me encanta que comentes este tipo de cosas, porque aunque de manera inconsciente, creo que la situación familiar que me comentas tiene cierto paralelismo con la que también estoy experimentando. Con otra generación, porque de momento lo que explicas sobre tu madre, es lo que ahora veo en mis dos abuelas (que milagrosamente siguen vivas, ambas con 93 años), hasta hace nada estaban perfectas, en los últimos tiempos pues como bien dices ya no llegan ellas solas, y entre todos, mis padres, mis tíos, y una de mis hermanas van cuidando de ellas... no es fácil para ellas, ver que ya no llegan donde antes llegaban, que antes podían hacerlo todo y ahora dependen de otros para muchas cosas. Me da pena verlas así, especialmente a una de ellas, a la que tengo más apego, pero por suerte su cabeza sigue bien y puedo conversar con ella... cuando consigo que me oiga si el sonotone no falla :). En fin, ya ves, creo que has dado en el clavo. También yo oigo a mi abuela decir eso de: ¿Y a mi, qué me queda?

Espero que el agobio del trabajo se rebaje pronto y vayas perdiendo el tono bajo en el que tienen los problemas del entorno, con el tiempo que ello requiera. Aquí y en tus entradas siempre encontrarás un abrazo, aunque "conectado", sincero.

Un beso y un abrazo bien fuerte!!!