Negro sobre blanco


Cometas en el cielo


-Trata de un hombre que caminando encuentra una taza mágica, y descubre que si llora en la taza sus lágrimas se convierten en perlas. Es muy pobre, sabes, pero al final de la historia está sentado sobre una montaña de perlas con un cuchillo en la mano y su esposa muerta entre sus brazos.
-¿La ha matado?
-Si, Hassan
-¿Para así llorar y enriquecerse?
-Vaya, eres muy listo Hassan
-¿Puedo hacerte una pregunta sobre esa historia?
-Si, claro
-¿Por qué tubo que matar a su esposa?
-Por que llorando cada una de sus lágrimas se convertirá en una perla
-Si, pero no lo hubiera conseguido igual pelando una cebolla?
fragmento extraído de "Cometas en el cielo" de Khaled Hosseini, Ed. Salamadra. Traducción: Isabel Murillo Fort


Los quesos


En algún momento una chica suiza me dijo: en esta vida la edad no juega ningún papel, a menos que se sea un queso. Nunca he llegado a entender cual es el significado de dicho proverbio. Tampoco entonces; callé y asentí con un movimiento de hombros. Quizás mi incomprensión se deba a mi intolerancia cultural hacia tan preciado alimento en el continente Europeo, o por simpatía con los felinos. Ni entendí, ni sigo entendiendo la fascinación que despierta entre sus consumidores. Y quizás por ello, en ocasiones tengo la impresión que la vida y los recuerdos vinculados con ellos, han dejado una huella especial difícil de borrar.  
Curiosamente, mi primer recuerdo nítido con el mundo exterior gravita a su alrededor. Era un día de compras en compañía de mis padres por el barrio. La memoria me sitúa en el interior de una charcutería especializada en quesos. El olor es intenso, tanto que me mareo con su hedor. Contengo la respiración hasta enrojecer y creer estallar. Al final, antes de desfallecer por falta de oxígeno, mi madre me rescata y sale fuera conmigo para esperar junto a la puerta del comercio a que mi padre acabe las compras. Solo tengo cuatro años, y muchos olores y sabores por delante. En años sucesivos voy aprendiendo a identificarlos, y encapsularlos en mis recuerdos: 
Emmenthal. Agujeros que me conducen hasta una cocina. Siempre presente a la hora de cenar en casa de mis padres. Mi hermana juega a comerse sus orificios, la pequeña gatea bajo la mesa incordiando al pobre felino. Madre cocinando en los fogones, mientras padre prepara la ensalada y la mesa.

La vache qui rit. Hora de la merienda en la escuela. Una porción de pan y una temida porción cremosa. La autoridad escolar verificando su consumo. Por años odié al pobre rumiante. Cuando salía al campo, las veía secretando porciones triangulares y bufoneándose de mí.   

Mozzarella. Miradas desconocidas me juzgan en un restaurante. Vilipendio público por parte del cocinero al preguntarme a gritos como podría elaborar una pizza sin  mozzarella. Mis amigos ríen al tiempo que se acidifica mi odio hacia los productos lácteos y los cocineros italianos.

Roquefort. Un beso de sabor fuerte y picante. Una joven noche de verano de cuerpos salados. La pasión no curó bien y fermentó antes de la llegada del equinoccio de otoño. 


Camembert. Su queso preferido. Tras ingerirlo buscaba mis labios, yo evitaba los suyos y acababa persiguiéndome hasta que caíamos el uno sobre el otro. Las lenguas acababan fundiéndose y los cuerpos anudándose. Nunca dejé que faltase en nuestro frigorífico.

Emmental y gruyere. Estallan cohetes y petardos en la calle, la gente se felicita en el restaurante. El menú especial de la noche, como no podía ser de otra manera, es una fondue de quesos. Zürich celebra la llegada de un nuevo año, nosotros nuestro último año juntos. 

Feta. Ensalada griega en Uppsala. Tras un inacabable invierno ha rebrotado la primavera. Los patos fluyen por el Fyrisån que divide el casco antiguo de la ciudad. Dejo que el sol acaricie mis párpados y me evado entre conversaciones foráneas.

Quesos Prästost, Svecia y Västerbotten. Salado con notas amargas. Los años se enzarzan y caen uno tras otro entre países e idiomas desconocidos que se van asimilando. Nuevas impresiones en paisajes recónditos, desconocidos que se transforman en grandes amigos. Me encuentra una mujer y me lleva dentro de ella hasta su casa. Ascendemos un escalón tras otro. Cientos de escalones, como si pretendiésemos asaltar el cielo cada noche. Entre sus sábanas, entre sus piernas, bajo mi cuerpo. Los vínculos con el mediterráneo se van deshilachando. La cuajada interrumpida demasiadas veces por la visita de un amante acentúan el gusto amargo, y caigo de nuevo a las gélidas calles escandinavas.
Han pasado demasiados años fuera de casa. Acabo de enterrar a mi madre, y lo primero que hago es entrar en la charcutería de un barrio distorsionado por los recuerdos. No es la misma de la que un día me rescató mi madre, pero se le parece. Ellos siguen aquí, en el mostrador. Los miró por si identifico alguno, para así no comprarlo. Los recuerdos seguirán dentro de muchos años, peo hoy toca vivir algo nuevo.



Gaticos...



Algunas vidas vividas, ...otras viviéndose. En el fondo siempre nos han motivado las mismas urgencias, solo que los gatos siguen con el valor de vivir por ellas. Nosotros ya nos hemos olvidado de muchas de ellas.









El pasaje


Otro episodio de fluctuaciones del estadio cognitivo. Una vez más, me encuentro bajo el techo colmado de conductos y tuberías. Se pierden en la oscuridad del corredor largo y angosto. A unos metros, un único punto de luz fría, de una lámpara de pared. Un pasillo familiar, tantas veces andado. Poblado de palabras en una lengua extranjera. Empiezo a caminar por la galería guiado por las cañerías. Moriré escoltado por éstademencia senil. Como mi abuelo paterno. Se extinguió sin que nadie se despidiese de él. ¿Quién lo iba a hacer con tanta antelación? Cuando ya era evidente, ya no estaba presente. Ausentes sus recuerdos. Ausente su vida. Ausentes nosotros, su mujer, su hijo. Había dejado de existir meses antes. No nos despedimos. Tampoco lo hice de mi abuelo materno. Por cobardía. No tuve el valor de aceptar lo eminente, ni de cogerle la mano y decirle cuanto le quería. A otras se lo dije demasiado, las amé excesivamente. ¿Es eso posible? No las amaba tanto. Creí que las recordaría siempre, pero no fue así. Las confundo. Recuerdo lugares, escenografías y circunstancias, pero no sus rostros. No a ellas. Las caras, las personas dejaron de ser importantes. Las olvidé hace tiempo. Mucho antes de aliarme con la demencia para raspar mis memorias.  

Sigo avanzando, la luz ha quedado atrás. Los conductos emiten sonidos extraños, orgánicos. Mi sombra me ha adelantado. Me huye en la negrura de la galería. Como la vida, borrada a pinceladas blancas que ciegan mis recuerdos. En la penumbra unos senos y una cintura a la que abrazaba cada noche. Un amor parido antes de tiempo, muerto antes de nacer. Silencioso como la noche de primavera que pasé esperándote. Aquel día el teléfono enmudeció para siempre. Se quedó sin voz, al igual que nuestro hijo. Encapsulado en círculos concéntricos de incomprensión hasta que con el tiempo se esfumó, y calló para siempre. Una familia muda, marcada por los genes dominantes de la omisión de sentimientos. He llegado hasta aquí solo.

Cada vez hace más calor en este inagotable corredor. Soy un lastre para mis exhaustas piernas. Me detengo a descansar. La pared está húmeda. Rezuma líquido de las cañerías. Está tibio, como el viento en verano. Las orejas de nuestro perro ondulan al viento. Vuelvo a tener quince años y mis piernas pueden seguirlo a la carrera. El resoplido del gato lo obliga a esconderse. Donde siempre, bajo la mesa de la cocina, entre las piernas colgantes de mis hermanas pequeñas. Sudo mucho. El pasillo se dilata y contrae, el suelo y sus paredes se mueven con un ritmo sinusoidal. Mis hermanas hacen temblar el suelo. Corren gritando por toda la cocina. El gato se escabulle despavorido. Mi abuela siempre consigue tranquilizarlas. Todos se rinden a su sonrisa. Un último trazo de reminiscencia. La oscuridad agota mis ojos. Los párpados pesan, caigo al suelo. Me acurruco. La ceguera extirpa los recuerdos. Me vacío. El corredor me engulle y me zarandea. Unas manos tiran suavemente de mí. ¿Y mis padres?¿No los recuerdo? Gimoteo. Lloro.
-Es un niño- informa satisfecha la matrona a los padres.
Nazco un 21 de octubre.





نقاب

Niqab





Sombras sin mujer. Personalidades encarceladas en telas inexpresivas. Sin voces. Silenciosas e imperceptibles. Anónimas homogéneas callejeando por los bazares. Iluminando desde otro ángulo, quizás se consiga contrarrestar la intensa luz del machismo y devolver a la sombra el rol que le corresponde.  
Marroco 2001

Iluina



Puedo ver todo lo que sucede reflejado en sus pupilas. Sus ojos exploran el local, mientras sus manos acogen una cálida taza de chocolate caliente. La felicidad se le escapa por la comisura de los labios. Se vacía con una sonrisa dulce y delicada. Preciosa. Todo lo veo en sus ojos. Por favor no parpadees, quiero seguir viendo el mundo a través de tu mirada. Contagiarme de ella. Enfermar contigo de sonrisas y abrazar tus labios con los míos para saber a que sabe la felicidad. Me miras, y me veo. Me gusta como me ves. Procuraré recordarlo.
Gracias. Gracias, por las palabras cruzadas, las manos amigas…, pero sobre todo, gracias por la mirada. Te deseo lo mejor. Te abrazo como a una conocida de hace mucho tiempo, todo y acabar de conocerte y perderte. Un recuerdo precioso, un guiño de felicidad y humanidad. Ojalá siempre fuese todo tan fácil.
Besos.
Reykjavik  2 de agosto de 2010.


Donde las olas se esconden


fue un beso sin alma, parido antes de tiempo…
         antes de haber nacido… solo ha muerto, 
    y no ha existido.

  un beso abandonado allí donde se esconden las olas huyendo...




Simetría especular


El odio que sentía por él, me ha llevado a vivir escondido en el cajón de su mesita de noche. No recuerdo nuestros primeros meses de vida juntos, pero si nuestro primer encuentro al entrar en la habitación de los juegos. 
Sólo nos veíamos allí, ese era nuestro lugar de encuentro. Yo dormía en mi habitación, y él supongo que en la suya. Era imposible saber que tipo de vida llevaba cuando no estábamos juntos. Repetidas veces intenté espiar su actividad, abrir la puerta del cuarto con los juguetes silenciosamente y escudriñar por el hueco de la puerta que hacía aquel niño en mi ausencia. Pero nunca lo descubría. ¿Dónde diablos se escondía? Luego, era entrar en la sala y encontrarlo allí. No faltaba nunca. Plantado ante mí, mirándome como yo lo miraba. Repitiendo mis movimientos, burlándose de mis burlas. Podría haber sido divertido; debería haber sido divertido tener un hermano con quién compartir juegos. Pero con él todo siempre tenía que ser del revés. Yo levantaba la mano derecha para picar con la suya, y él me daba la izquierda. Corría de espaldas para que me persiguiera, y él escapaba en la dirección opuesta. Si salía persiguiéndolo, entonces corría hacia mí. No sabía jugar a nada. Cuando yo decía blanco, me respondía negro. Arriba, abajo. Y así siempre era con todo, simétrico y opuesto. Yo apretaba un tornillo y él lo aflojaba, yo cerraba la cerradura del armario y él abría la suya. Sabía como hacerme enfadar. Nuestros padres, intentaron calmarme, explicarme que aquello era de lo más natural en un reflejo. Pero allí había algo más que un simple reflejo, eran dos realidades que colisionaban, y un día me decidí a poner fin a aquel mundo especular. Le arrojé con fuerza un balón con intención de romperlo. Y así fue. El espejo que nos separaba se partió y mi mundo empezó a caer al suelo, me quebré en cientos, miles de pequeños fragmentos. Quedé despedazado, dispersado sobre la moqueta. Gritando en silencio, pues mis pulmones y mi boca no se encontraban. Sus ojos aparecieron sobre los míos y sus pequeños dedos guardaron el fragmento que contiene mi mirada en el bolsillo de su pantalón.  El resto dejó que mi madre lo desechara. Ahora vivo recluido en un diminuto fragmento, sin siquiera poder apartar mi mirada de la suya cuando me mira todo orgulloso desde su mundo que un día fue mío. 


Mañana

Desapareció su reflejo de la ventanilla. El tren dejaba atrás el túnel, y el paisaje exterior volvía a colarse por la ventana. Él  seguía de pie, en la plataforma del vagón, traspasando el vidrio con la mirada. Disimulando. Anhelando que la imagen de ella volviese a manifestarse en la ventanilla. Ella se había percatado en los días anteriores de su comportamiento y lo observaba curiosa desde su asiento. Deseaba que se fijase en ella. Pero él seguía encubriendo su mirada en los borrosos árboles que iban dejando atrás. Así que ella cerró el libro que reposaba sobre sus rodillas, lo guardó en su bolso y se levantó para ir a su encuentro. Se había quedado sin opciones, debía encararla. Solo fue capaz de generar una tímida y nerviosa sonrisa de compromiso. Le respondió con una sonrisa pícara y acercando sus labios a su oído le susurró: ¿Notas el deseo de besarte cuando te miro a los ojos? Pues espera a notar la intención de mis labios cuando rocen tu cuerpo…No hubo más palabras, la piel y los labios hicieron el resto. "Próxima parada Valldoreix".
Mañana., pensó ella. Mañana me sentiré más guapa y con más confianza para hablarle. Mañana será un gran día .
El tren se detiene y,  anunciando el nombre de la estación, abre sus puertas. Me subo la cremallera de la chaqueta hasta el cuello, y tras reajustarme bien la cartera sobre el hombro abandono el vagón. No puedo evitar girarme, mirar desde el andén si ella sigue allí. Sentada en su butaca, leyendo un libro. Vaya, hoy tampoco se ha atrevido a  decirme nada. Algún día tendrá que suceder. O quizás mañana se me ocurra alguna cosa ingeniosa que decir. Una buena excusa para interrumpir su lectura. En fin, otra cena a solas. 


El hurto



Zurce lugares y días, en una memoria desgastada, de recuerdos encauzados por raíles y traviesas infinitas, mientras va deteniendo la locomotora. El viejo maquinista reconoce su último apeadero, abandona la terminal y se espanta. ¿Dónde ir? Le han  despojado de las vías que lo han dirigido toda su vida.  



Citrato de magnesia disuelto en agua con azúcar


Se acabó. Nos dependimos, pero me llevé tu lengua en mi boca, tu sabor en mis manos, el olor de tu entrepierna y tu voz murmurada en cada orgasmo. Necesito un buen catártico.





escondida, valiosa, buscada y raramente encontrada


Escondida, valiosa, buscada y raramente encontrada...

Una tarde, cuando era niño, me pasé varias horas persiguiendo el arco iris. Me perdí en el horizonte. Mis padres estaban desesperados. Yo estaba entonces convencido de que podría atraparlo. Creía ver el sitio donde tocaba el suelo. Contigo me pasa lo mismo...

siempre escondida, valiosa, muy buscada y raramente encontrada. 

Como los tesoros que uno busca de pequeño y que nunca espera encontrar. Aquí sigo, me paso la vida buscándote pero tampoco espero encontrarte...nunca estás donde te busco, y apareces cuando menos lo espero...

ya no te espero,
      no te busco,
            puedes sorprenderme y volver a aparecer... 


piezas rotas


La totalidad está presente incluso en las piezas rotas...a partir de un fragmento no me resulta difícil recontruir el todo del objeto y de la historia. Hasta que punto dicha reconstrucción coincide con la realidad lo desconozco. Pero que fácil es aceptar esta reconstrucción como una realidad, y engañarme así un poco más si cabe. Sonreir con los fragmentos y lo que me cuentan, acostarme a reposar en la memoria de los buenos fragmentos para despertar ansiando reencontrarme con estos sentimientos. Generar nuevos fragmentos con los que nutrir mis sueños y seguir adelante. Quemar el pasado, y hacer cenizas que sean más fáciles de llevar en el bolsillo en los futuros viajes. Zurzir un fragmento junto a otro para encadenar un seguido de sonrisas y agradecimientos.



Nieva







Cada vez que se da un paso adelante...se deja algo atrás, aunque lo tape la nieve. Hoy nieva pero no cubre. Nieva y tengo frío porque no sé de ti. Las lágrimas congeladas cortan como el papel, y queman los recuerdos. Quiero cerrar los ojos y dormir, despertar en la estepa...esa preciosa estepa otoñal. Compartamos aquel rincón del mundo, la tierra donde el sol y la noche comparten cama... 











Kilpisjärvi, Laponia finlandesa, septiembre 2009








El miedo









El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.
Aldous Huxley




La curiosidad


El amor está hecho casi enteramente de curiosidad. Y así se explica la brevedad de la mayor parte de los amores, que mueren en cuanto la curiosidad queda satisfecha.
Remy de Gourmont

La curiosidad mató al gato, pero la satisfacción le hizo volver.
Eugene O'Neill

La curiosidad es la base de la educación y si me dices que la curiosidad mató al gato, solo puedo replicar  que el gato murió noblemente.
Arnold Edinborough

Lo importante es no parar de preguntarse cosas. La curiosidad tiene su propia razón de ser para existir.  Uno  no puede dejar de sentirse  intimidado al contemplar los misterios de la eternidad, de la vida, de la maravillosa estructura de la realidad. Es suficiente si uno trata simplemente de comprender un poco de este misterio cada día. Nunca hay que perder esta maravilla que es la curiosidad.
Albert Einstein




Así son mis días: el arte de vivir de lo que amo, un travieso milagro con el juego a diario. 


Hoy brindaré por la vida, por su complejidad mutable y escapadiza, por ser terriblemente agotadora, irracional en exceso al tiempo que gobernada por unas fuerzas lógicas. Incluso brindaré por toda la fealdad que la sociedad y la gente saca a relucir sin remordimiento alguno, y sobre todo brindaré por aquello que siempre hay allí, en medio de todo, un maravilloso y atractivo destello de magia, de ilusión, de felicidad que impide la huida a nuevos mundos. Salud.



Letra y música: David
David, Alex
StQgat, BArcelona 2007

Arquitecto de espirales


Ya está oscureciendo, una llama oscila sobre la mesa, danzando con el aire, jugando con el espacio y poblando se sombras la habitación...sombras que proyectan ideas, recuerdos de un pasado, conceptos abstractos que cualquiera puede interpretar a su manera y reinventar, bailar con las ideas como quien baila con con la luz, pintando los alrededore y llenando el vacio para hacerlo funcional...vaciar los preconceptos de las cosas para dejar que todo empiece de nuevo y así nunca cerrar el círculo...así es como trabaja un arquitecto de espirales.
Girando, ampliando, contrayendo, expandiendo el mundo y reduciendo a cenizas el pasado, sin pasado ni presente, solo futuro que en el mismo momento de ser concevido deja de existir por ser una cosa del pasado, del presente...de lo que fuimos, de lo que somos y no queremos ser, el futuro también así deja de existir...y una vez más nos vaciamos...desnudos, desorientados...nada queda por hacer, por preocuparse, avanzar, o caminar de espaldas...da igual en que sentido giremos, todas las direcciones llevan al mismo sitio, nos llevan a nosotros mismos. Ésta es la magia de las espirales, que no llevan a ningún sitio...son prisiones sin muros, sin barrotes, sin restricciones de nungún tipo...pero insalvables, pues es la materia de la que estamos hechos.

Elenco sístole
Música: Alex, Antonio
Barcelona, 2004


Hoy ha vuelto a amanecer frío en este inacabable invierno nórdico. Pero ha salido el sol! Mis idas y venidas se ven regidas por el astro rey, y me duele sucumbir a tamaña tiranía, pero es lo que hay. Frío. El sol no calienta pero se le agradece la presencia, el movimiento vence al frío.  




Uppsala, Suecia febrero 2010.



vuelvo al extravío y entiendo




Con el paso del tiempo uno aprende la sútil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma.
Viene todo este ruido callado
a tocar mi espalda,
quiere su voz seducirme
y arrastrarme de nuevo a ninguna parte.
Y vuelvo entonces al dulce tormento que me trajo hasta aquí,
de nuevo al extravío y entiendo
que sólo así, no siendo
soy

.
.
.



Letra: David
Música: Sergi, David, Alex
Versión ejecutada por David, Sergi, Alex
StQgat, Barcelona


Ese otro



Y ha vuelto una vez más! Es un sueño recurrente que no me deja desde hace ya unas semanas. En él, hay un espacio inmenso que se abre a mis ojos (o creo que son mis ojos), un prado de hierba verde ondulante que se pierde en el infinito. Todo el plano que abarca la vista está colmatado por este tapiz verde inmenso. Ninguna montaña recorta el perfil del cielo al final, y mire donde mire solo el mar verde se extiende. El cielo también está vacio, incluso de color, el azul ha sido substituido por un blanco sobreexpuesto cegador y neutro, y el sol que acaricia mi rostro soy incapaz de vislumbrarlo, ha quedado engullido en el blanco. Al principio, el olor fresco de la hierba, su suave contoneo al ritmo de la brisa y la delicadeza del sol en las mejillas causan una sensación placentera..., pero al rato una sensación de soledad invade el cuerpo, y el pánico empieza ha apoderarse de mi persona. ¿Dónde estoy?¿Y el resto?¿Hacía dónde debo avanzar? Interrogantes interrogantes interrogantes, cientos de preguntas me asaltan, me conquistan y me bloquean. Y entonces me salgo de mi cuerpo, me veo y me observo desde un punto elevado y privilegiado. Veo mi figura aislada sobre aquella alfombra infinita, inmóvil, nerviosa y apavorida. Me miro y me descubro mirándome y observándome en la distancia, como alguien ajeno a mi persona. Y nos miramos mutuamente, nos estudiamos, el yo del prado y el yo observador...¿cuál de ellos soy yo?
Ese otro que también me habita,
acaso propietario, invasor quizás o exiliado en ese cuerpo ajeno o de ambos,
ese otro a quien temo e ignoro, felino o ángel,
ese otro que está sólo siempre que estoy solo,
eco o palabra, esa voz que responde cuando me preguntan algo,
el dueño de mi embrollo, el pesimista y melancólico
y el inmotivadamente alegre,
ese otro,

Península Valdés, Argentina 2009

La oportunidad perdida...



Białowieża, Polonia 2009


Letra: Robert Frost (The road not taken)
Música: Alex
Versión ejecutada por David, Alex
StQgat, Barcelona

Two roads diverged in a yellow wood
and sorry I could not travel both
And be one traveller, long I stood
and looked down one as far as I could
to where it bent in the undergrowth;
Then took the other, as just as fair,
and having perhaps the better claim
because it was grassy and wanted wear;
though as for that, the passing there
had worn them really about the same,
And both that morning equally lay
in leaves no feet had trodden black.
Oh, I kept the first for another day!
Yet knowing how way leads on to way,
I doubted if I should ever come back.
I shall be telling this with a sigh
Somewhere ages and ages hence:
Two roads diverged in a wood, and I --
I took the one less travelled by,
and that has made all the difference
Robert Frost (1874–1963)





.
Białowieża, Polonia 2009







Han pasado tantas puestas de sol, que me resulta incomprensible que este intruso sentimiento siga aquí. El tiempo ha sido el necesario para extrañarte, pero no suficiente como para olvidarte. Cuantas veces he pedido olvidar tu recuerdo, y cuantas otras me he sorprendido a mi mismo no querer hacerlo. Contradicciones. Ahora con el tiempo, te sigo pensando, y recordando, pero ya no me afectas, y cuando te veo en los recuerdos una sonrisa ilumina mi rostro. Pues, ahora te quiero y siempre te querré por la persona tan extraordinaria que me demostrate ser y lo afortunado que en su día me hiciste sentir. Ahora te quiero, diferente pero te quiero.




La mirada



Sólo cuando la mirada se abre al par de lo visible se hace una aurora. Y se detiene entonces, aunque no perdure y sólo sea fugitivamente, sin apenas duración, pues que crea así el instante. El instante que es al par indeleblemente uno y duradero. La unidad, pues, entre el instante fugitivo e inasible y lo que perdura. El instante que alcanza no ser fugitivo yéndose.
Inasible. El instante que ya no está bajo la amenaza de ser cosa ni concepto. Guardado, escondido en su oscuridad, en la oscuridad propia, puede llegar a ser concepción, el instante de concebir, no siempre inadvertido.
     Y así, la mirada, recogida en su oscuridad paradójicamente, saltando sobre una aporía, se abre y abre a su vez, "a la imagen y semejanza", una especie de, circulación. La mirada recorre, abre el círculo de la aurora que sólo se dio en un punto, que se muestra como un foco, el hogar, sin duda, del horizonte. Lo que constituye su gloria inalterable.
Zambrano, M.: "La mirada", en De la Aurora, Madrid,
Ed. Turner, 1986 p. 35


Me senté junto a ella con la cabeza apoyada en su pecho, y cerré los ojos lleno de satisfacción. Si encuentras a una persona así, alguien a quien puedas abrazar y con la que puedas cerrar los ojos a todo lo demás, puedes considerarte muy afortunado. Aunque sólo dure un minuto, o un día.





Hay quien dice que el mundo real es mucho más pequeño que el mundo de la imaginación. Quizás tengan razón, pero también es cierto que el mundo real nos sorprende mucho más que el imaginario. Después de todo, el mundo imaginario está limitado a nuestras propias experiencias y las miles de mutaciones que podamos hacerle...pero el mundo real está abierto, un misterio fuera de nosotros mismos en el cual cualquier cosa puede suceder y sorprendernos, cambiarnos la vida en cuestión de segundos, minutos, horas o días...su capacidad transformadora es inalcanzable e incomparable a la del mundo imaginario. Por ello vale la pena, abandonar de vez en cuando la imaginación y vivir la realidad. 



Hoy ha hecho un día de invierno nórdico radiante y me ha llamado una de mis hermanas, hay cosas que inalterablemente parecen ir unidas. Su incondicional sonrisa y alegría es un valiosísimo tesoro para todos aquellos afortunados que la conocemos. Siempre dispuesta a lanzarse por el tobogán sin miedo y sin perder la alegría independientemente de lo que le aguarde abajo.  



Versión ejecutada por David, Maur, Alex
StQgat, Barcelona 2006