El árbol solitario


Las Migas - Caricias de sal

Hui Tzu le dijo a Chuang: 
"Tengo un árbol grande, de los que llaman árboles apestosos. El tronco está tan retorcido, tan lleno de nudos, que nadie podría obtener una tabla derecha de su madera. Las ramas están tan retorcidas que no se pueden cortar en forma alguna que tenga sentido. Ahí está junto al camino. Ni un solo carpintero se dignaría siquiera mirarlo. Iguales son tus enseñanzas, grandes e inútiles". 
Chuang Tzu replicó: (…) 
"¿Inútil? Entonces plántalo en las tierras áridas. En solitario. Pasea apaciblemente por debajo, descansa bajo su sombra; ningún hacha ni decreto preparan su fin. 
Nadie lo cortará jamás. 
¿Inútil? ¡Eres tú el que deberías preocuparse!".
El camino de Chuang Tzú. Thomas Merton (1965)


–Elo aquí, señor, el árbol del que le hablamos la pasada noche. El árbol, a los pies del cual tuvo lugar la contienda entre Alejandro Magno, rey de Macedonia, y Darío, rey de los Persas.

El viajero quedó perplejo ante la fortaleza del árbol, del suceso histórico con el que se habían nutrido sus raíces. Órgano de anclaje que lo retenía en aquel lugar inhóspito. Árido y seco. Exento de otros seres vivos, a excepción de unos pocos hongos y unas diminutas leguminosas que crecían al cobijo del microcosmos de su rizosfera en perfecta simbiosis. Nudos y entrenudos de simetría radiada que habían absorbido las sales disueltas de un suelo legendario. La vida que sobrevive a la historia, rumió el expedicionario proyectando en el desgastado árbol una alusión del transcurrir de la vida por el tiempo y los acontecimientos que cristalizan sus huesos. 

Dieciséis siglos antes, Alejandro observaba la puesta de sol en el costado resplandeciente de sus hojas junto a su resinoso tronco. ¿Por quién lloras?, preguntó untando sus dedos en el dorado ámbar. ¿Qué hace una de las helíades en un lugar tan remoto como éste? ¿Has venido quizás a llorar la caída de la soberbia de tu hermano? Mañana se presentará de nuevo con sus flamígeros caballos, guiando sus belicosas escuadras desde su carro. Sujetando con valor las riendas de sus corceles y la de sus animosos soldados de Oriente que se alzan con los rayos de tu padre, el Sol. Pero al igual que le sucedió a tu hermano, caerá. Caerá aquí. En este mismo lugar. Pero tú, esto ya lo sabes. Por eso te has metamorfoseado en álamo aquí y no en cualquier otro sitio, ¿no? Los corceles dejarán mañana de surcar el suelo con sus cascos de fuego para Darío, Rey de los Persas, baldados por mis lanceros para galopar a mis espaldas... 

                    [la visión se zambulle en el crepúsculo

Para cuando el sol se había amagado tras la horizontalidad del desierto y la oscuridad reinante era vasta, el macedonio había tomado conciencia de su próxima victoria. En la densa noche concebió su futuro reinado que no sería del Occidente ni del Oriente. Un imperio que debería alumbrar futuras generaciones como una estrella fulgurante. Luz sobre luz nacida en esta llanura, uno de esos lugares donde la noche lo cubre todo. Un fundido negro en el que sólo a veces la luna acompaña.

"Dos árboles del monte te voy a ti a mostrar,
que de cualquiera cosa que puedas tú pensar
ellos van a decirte cómo se ha de acabar;
si te place, ahora puedes irlo tú a comprobar.

"El uno es el sol, de su virtud dotado;
el otro, es la luna, así está encantado 
que declara al hombre cuanto éste ha pensado;
verás que los dos tienen su poder igualado.

                                         (...)

"Cuando hubieron llegado a la gran santidad,
predicoles el fraile de tal comunidad,
díjoles que pensasen en su interioridad
de qué cosa querían saber total verdad.

Alejandro enseguida empezó a pensar
si algo en el mundo se le podría escapar;
si a su tierra podría victorioso tornar,
y cómo estaba ahora y cómo habría de estar.

Repúsole el árbol esta fiera razón:
"Comprendo muy bien, Rey, cuya es tu intención:
Señor serás del mundo en próxima ocasión,
mas nunca volverás a tu natal región."

Habló el de la luna cuando hubo el sol callado:
"Te matarán traidores, serás envenenado;
muéstrate, Rey, muy firme, no serás derrotado,
el que tiene el veneno, ése es tu privado."

[Versos del Libro de Alexandre (siglo XIII?)]

   

El viajero, hijo de mercaderes, vislumbró en el solitario tronco un eje. Una verticalidad rasgando la horizontalidad del yerno paisaje. Un símbolo de innegable carácter polar alrededor del cual todo gira, y con una rotación dentro de la propia piel. El espinazo del mundo que muere para nacer de nuevo cada año. La pérdida del sentido de la eternidad circula por su savia bajo una corteza estriada. Se acercó hasta el mismo y se hizo con parte del follaje que residía a sus pies. Acarició su corteza, seca y estriada y alzó su mirada a través de sus ramas. Siente que ha encontrado la pupila del mundo. Allí, en aquella alta llanura, cerca del cielo cree haber descubierto el Axis mundi, el espacio en el que se rompen los niveles entre mundos, y desde el cual acceder al otro mundo. Contemplando el aislado álamo se descubrió reflexionando que todos tenemos que perecer en algún momento. Se vio a sí mismo yacer muerto en un lugar ahora desconocido, y como una tórtola se doblaba sobre su cuerpo para sacarle el alma de la boca y transportarla a lo alto de estas tierras remotas, junto al árbol solitario por el cual elevarse hasta los cielos imposibles de revelar.

"En los confines de Persia, hacia la Tramontana, hay una extensa llanura, notable porque crece en ella el Árbol Solitario, que los cristianos llaman el Árbol Seco. Es un árbol grande y muy copado, que tiene hojas blancas por un lado y verdes por otro; no produce frutos, pero da bayas como castañas, en cuyo interior no hay fruto ninguno: la madera de este árbol es fuerte y resistente, y de color amarillo como el boj. De un costado de este árbol en un compás de diez millas no crece otro árbol; de los otros lados del mismo no hay árbol en absoluto en cien millas a la redonda (π)" dictaría muchos años más tarde desde una prisión genovesa a su compañero de celda.

(π) [El libro de las maravillas, Marco Polo
Edición Mauro Armiño 1984]






4 degustaciones:

Anónimo dijo...

Vaya lección de historia... Arboles así son mágicos y un claro exponente de como los seres vivos se adaptan y se aferranaa la vida. Hay personas así también... Muchas gracias Aka, por visitarme este fin de semana, tus palabras me han venido muy bien, lo necesitaba... Un abrazo.

Aka dijo...

Las gracias no se merecen Lazaro, visitar tu "casa" siempre resulta sorprendente por su variedad, variedad intrínseca de los estados de ánimo de las personas. Me alegra saber que el ánimo se ha recuperado... en el fondo somos como árboles, nos aferramos a la vida, nos resistimos a los envites de las circunstancias que tienen lugar a nuestro alrededor, y fluctuamos con ellas, reinventándonos múltiples veces.
Un abrazo bien fuerte

i*- La que canta con Lobos dijo...

Me encanta leerte de nuevo Aka, los árboles frágiles siempre necesitamos demasiada agua, pero bueno, a todos se nos caen las hojas en otoño. Un gran abrazo y una gran sonrisa :)

Aka dijo...

No es fácil como árbol vivir en soledad, el bosque, como comunidad hace la vida más sencilla, y pueden detener las nubes y ordeñarlas para obtener agua de ellas, cosa que el solitario no puede... pero el otoño ya pasó y ya ha vuelto la primavera y con ella una nueva oportunidad de expansión.
Gracias por la sonrisa, te la devuelvo :)