Goran Bregović - Ederlezi (Scena Djurdjevdana Na Rijeci)
Dikanda - Ederlezi
Ellos aquí trajeron los fusiles repletos de pólvora,
ellos mandaron el acerbo exterminio,
ellos aquí encontraron un pueblo que cantaba,
un pueblo por deber y por amor reunido,
y la delgada niña cayó con su bandera,
y el joven sonriente rodó a su lado herido,
y el estupor del pueblo vio caer a los muertos
con furia y con dolor.
Entonces,
en el sitio donde cayeron los asesinados,
bajaron las banderas a empaparse de sangre
para alzarse de nuevo frente a los asesinos.
Pablo Neruda "Los enemigos" (fragmento)
La anciana caminaba apaciblemente a lo largo del tiempo.
No tenía edad, ni pensamientos quizá. Los pensamientos sólo eran sombras del alma, y la edad carecía ya de significado para ella. Se deja llevar por sus pasos. Despacio. Muy despacio, de manera apaciguada. Viste toda de tela blanca. Como vestían las abuelas de sus abuelas, a la manera tradicional albanesa que desaparece con la modernidad. Cruza la puerta metálica del jardín del templo y enfila las escaleras que le conducen a la segunda planta en la que se reúnen las mujeres. El mar de la ciudad de Ulcinj besa los jardines de la mezquita erigida a pescadores y marineros.
Es el momento del suyud. La resonancia de las rodillas de la comunidad apoyándose al unísono para postrar la frente perdura unos instantes sobre el entarimado de madera, a pesar de las alfombras. Es un sonido grave y apagado, único y coordinado, que nace con cada postración y se eleva por las altas y blancas bóvedas, empujando las caligrafías y sus ornamentos vegetales hacia el techo. Figuras que se estiran entre claroscuros hacia la claraboya de la bóveda principal en sugerentes abstracciones. Su percusión va despejando las almas de los viejos huesos que se han desvelado poco antes cuando la llamada a la oración ha sonado desde los megáfonos del minarete que se despinta bajo el cielo.
Un cielo despejado que se oscurece de repente. Caen meteoritos en forma de pájaros. Queman. Un cuchillo se afila en un tajo de roca que lanza chispas hasta el cielo. Un olor a mecha y de cera quemada. Todo se funde con la noche cerrada. El galopar de millares de caballos. El sol siempre sale por el este, pero a partir de este momento parece que podría salir por el oeste, por el sur o por el norte también. Todo parece posible. Irreal.
Una mujer acuna a su esposo en las rodillas, le da el pecho seco. Acaba de perder a su niño recién nacido, muerto de hambre.
Se unirá a una muchedumbre de almas de pies doloridos y bocas secas. Los que caminan cada noche, durante horas, días, meses y años, con pasos lentos siempre hacia delante. Atravesando mares, montañas y desiertos. Sin comer ni beber. Sin porvenir ni presente. Sólo un pasado que arrastran en sus cuerpos transparentes. Sólo el pesado pretérito que lleva cada uno de ellos en su memoria.
Chupan guijarros para engañar la sed.
Y, para seguir viviendo, sueñan con la esperanza.
¿Qué muerte los empuja hacia la vida?
Relumbran desnudas sus almas.
Aquí y allá por el planeta ascienden los sueños de los humanos. Todos diferentes y todos luchando entre sí aspiran a lo mismo: al deseo de supervivencia. Y, a ese deseo, poderosísimo, lo mueve una necesidad todavía más poderosa: la búsqueda de los orígenes y el futuro, la obsesiva búsqueda de lo desconocido.
Lejos. O cerca. En algún lugar, alguien escucha y cada día con cada rezo tiene que oír las mismas preguntas y plegarias, y desde el principio de los tiempos se cuestiona las voces que retumban en su cabeza: por qué matan a sus hijos, por qué se destrozan entre sí y se envidian los unos a los otros. Me interrogan por su porvenir, pero en realidad no es a mí a quien toca contestar, se responde. ¿Por qué no se contestan ellos mismos? El destino ha estado siempre en sus manos. No les fueron escatimadas las riquezas de sus suelos, ni de belleza sus entornos. ¿Por qué no se desprenden de las armas destructivas que han comprado con el precio de sus almas? El sonido de las mismas no les deja escuchar la canción que es la vida. Ya casi nadie canta, se lamenta. Miles de millones de voces constituyen su consciencia.
Un poeta llora sin ruido. Ha culminado su obra, lo ha escrito todo. Llora de hambre, por todo lo que ha sentido y pensado, y que no ha podido transformar en palabras. Tiene hambre de lo que es, de lo que hay detrás del arte y de la ciencia. Tiene hambre de lo insondable. ¿Cómo evidenciar las verdaderas relaciones del mundo: visión, forma, imagen, signos, imaginación?
Antes de acabar la plegaria, un asesino salta sobre su víctima. La hoja del cuchillo deja de lanzar esquirlas al cielo para derramar una sombra carmesí en la oscuridad. Los pájaros caen envueltos en llamas desde el horizonte. Columnas de humo se elevan sobre la mar. Desaparece la sombra de la víctima. Se hace transparente. Se vacía su corazón, al tiempo que el asesino se levanta tenso. En silencio. Se escucha a sí mismo. Se escucha a sí mismo reanudar la respiración. Se oye rehacerse pieza a pieza. Oye calmarse lentamente la sangre en sus venas, y calmarse la tormenta. Detiene los vientos de la duda y el desatino que se habían apoderado de él. Ha despertado más dolor y pena de la que pueda asumir, y lo sabe.
El destino siempre ha estado en sus manos, sopla el viento entre los parroquianos que se reunirá junto a la víctima al dejar la mezquita. La anciana fruncirá los párpados y escrutará el horizonte que se pierde en el Adriático. Lo desescamará de espejismos, de la horda de almas que se alejan entre la espuma de sus olas. El horizonte retrocederá. Retrocederá hasta el infinito. Y, tras el horizonte, se perfilará el sueño, claro y concreto, para enseguida retroceder él también, y perderse para siempre.
6 degustaciones:
Todos tenemos hambre de saber que hay detrás del arte y la ciencia... hechaba de menos tus reflexiones :)
Caminar a lo largo del tiempo y escuchar el relincho de unos caballos.
Unos más que otros, pero el hambre de lobos, y criaturas afines es bien conocido. Gracias por pasarte por aquí, como casi siempre, Loba. Besos
El relincho es un eco eterno, como los cascos que resuenan, van y vienen del infinito, del pasado al futuro indiferentemente. Me uno en tu caminar a través del tiempo, en el sueño de un galope.
"¿Qué muerte los empuja hacia la vida?"... Quizás algo tan simple como el instinto de supervivencia, algo que llevamos sellado a fuego en los genes, como los animales que en realidad somos. Es en situaciones de esta calaña, tan extermas y brutales que el ser humano retoma lo que fue en un principio, y se vuelve solidario, y se aferra a la vida... también por desgracia se vuelve depredador de él mismo... Tu poder descriptivo en plena forma, con ese halo crudo de realismo agazapado bajo las metáforas. Siempre que entro aquí me doy cuenta de que has visto mucho, en eso nos diferenciamos, yo casi no viajo. Hubieras sido un corresponsal cojonudo... Otro abrazo.
“¿Cómo evidenciar las verdaderas relaciones del mundo: visión, forma, imagen, signos, imaginación?” y al cabo de eso mismo se trata. cuánto más entre los desamparados, aquellos, que no tienen voz, y palabra si albergan es cuerpo.
abrazos aka, gracias por dar luz al cuerpo, sinceramente
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