Rabdomantes (diez)



Cuando llegó abajo se encontró a Aske, agazapada, aguardándola doblada sobre sus cuatro patas. Corrió hacia ella y antes de poder abrazarla, la perra se puso en pie de un salto y se abrazaron la una a la otra. Lengüeteó la cara de Evren. Un rostro salado, asaltado por un repentino sollozo de debilidad e impotencia. Manoseó la cabeza y musculoso cuello de Aske, sintiendo como sus dedos se hundían en el denso mar de pelaje recio y negro. En aquella soledad tan vasta palpar aquel cuerpo era salvamento, amparo, protección; lo era todo. No existía nada más allá de aquel abrazo. El vacío exterior dejó de existir por un momento.   

Una vez apaciguada, pensó en lo que había pasado. En los sensores perdidos y si sería posible recuperarlos. Para ello se dirigió guiada por Aske más allá de la cañada del río seco, al cuadrante asignado a monitorear y donde se había perdido la señal de “las pulgas”. Cerca de donde seguían aguardando las otras. Encontrar las que seguían funcionando fue fácil, seguían siendo funcionales, emitiendo señal. Una sola orden y el enjambre mecánico conformó una nube para refugiarse en el cuerpo de Aske. Las otras, las desaparecidas, no podían estar muy lejos, nunca se alejaban mucho las unas de las otras en sus movimientos aleatorios, así que buscaron en la dirección en la que todas ellas habían dejado de emitir señales. Algo debía haber allí, todas habían cesado de transmitir señal cuando se movían azarosamente en la misma dirección. Busca. Busca, busca, repetía constantemente Evren confiando en que el olfato de Aske le resolviera la situación. Sus ojos no eran muy útiles, los robots eran demasiado minúsculos para que pudiese encontrarlos en aquella marea de hierbas resecas. Ella no los encontraría nunca, pero el olfato de Aske podía ir más allá, se movía bajo otros parámetros, en un mundo muy diferente al de su mirada. Estaba entregada a ese otro universo, el de los olores, encomendándose a la nariz de Aske para encontrar algo, algún indicio que le indicase que era lo qué había ocurrido allí. 

El aire era tan seco y caliente que abrasaba, un azote para los pulmones que se esforzaban por funcionar en aquellas condiciones. Aske buscaba intensamente, dando giros bruscos de un lado para otro, siguiendo un rastro invisible para Evren. Se detuvo con las manos sosteniéndose sobre las rodillas. Resultaba difícil respirar bajo aquel sol, la nariz la tenía tan seca que le parecía obturada y la garganta le ardía al tomar aire. Se maldijo por haber dejado la cantimplora en el vehículo, se planteó la posibilidad de irla a buscar, de hacer una pausa para descansar, pero luego, el calor aún sería peor. La temperatura no podía más que ascender. También podía irse. Dar los sensores por perdidos, pero, ¿qué podría entonces decir a la Oficina? ¿Qué desaparecieron, así, sin más? No le parecía opción satisfactoria. Sin la prueba, nunca llegarían, ni ella ni los de la Oficina a llegar a conocer las razones de aquella anomalía. El agua era una de las prioridades del Gobierno, para ello habían creado una Oficina dedicada únicamente a su búsqueda, extracción y gestión, cualquier error o problemas con las herramientas o procedimientos de búsqueda podía por tanto ser un trascendental para el gobierno, más allá de la Oficina. Los métodos eran estrictos, habían sido desarrollados y evaluados por el propio centro de investigación de la Oficina, invirtiendo para ello en una plantilla permanente de científicos evaluando e investigando como perfeccionar las herramientas de búsqueda. 

La simple idea de contribuir con la detección de un error o fallo del sistema la llenaba de satisfacción, no podía rendirse al sol. Aske encontraría algo, confiaba en ella. Tenía que hacerlo, porque sus pulmones andaban exhaustos. Calcinados por las bocanadas de aire caliente que se infiltraban en su cuerpo. ¡Cómo podía haber sido tan inconsciente de dejar el agua y el equipo de supervivencia en el vehículo! El protocolo especifica llevar siempre la mochila de supervivencia al alejarse del vehículo, y ahí estaba ella, fatigada en un inmenso campo seco y allí, a una distancia considerable el vehículo, con el agua y los productos anti-insolación. Olvídate del agua, se decía, entregándose ciegamente a la fe en el olfato de Aske, encontrará “las pulgas”, y con ello soñaba que su informe dejaría de ser uno más aquel día, para ser algo excepcional. Y resoplaba aferrándose a sus rodillas imaginando la reacción del investigador alertado por el defecto de los sensores. La alerta iría asociada a su nombre, su número de rabdomante y el cuadrante en el cual había tenido lugar el fallo. Quizás aquello haría que se revisasen todos los protocolos, una verificación del buen funcionamiento de “las pulgas” y de los análisis de sus sensores. Quizás su nombre apareciese en las noticias. Un destello fugaz para volver a dejarse llevar luego por la vida, pero un destello al fin y al cabo. 
   
Tras minutos de intensa búsqueda, de giros bruscos de un lado para otro, al final la perra se detuvo en un punto y ladró. ¡Lo sabía, lo sabía! Se incorporó y caminó lo más rápido que pudo hacia Aske. Las piernas temblequeaban, como si los huesos se estuviesen fundiendo, todo el cuerpo parecía haber ganado en densidad menos las extremidades, estas parecían blandas, deshuesadas. Cada paso era un gran esfuerzo. Al llegar donde Aske aguardaba, se dejó caer agotada de rodillas. Tenía la nuca empapada y el sudor resbalaba a lo largo de su rostro. Aske la miraba jadeando, con su enorme lengua colgando entre sus colmillos. Ladró, un sólo sonido seco para despertar a Evren de su enflaquecimiento.
–Ya voy, ya voy, Aske. Un momento, dame un momento para recuperarme.
Finalmente prestó atención a la perra.
–A ver, dime, ¿dónde está?
Aske agachó la cabeza, poniendo una vez más su nariz a trabajar y se detuvo en un punto concreto. Volvió a ladrar.
–Buena chica, guapa. A ver, déjame mirar.  
Evren apartó cuidadosamente los tallos secos y quebrados de hierbas doblegadas unas sobre las otras de la zona. Primero unas y luego otras, hasta que apareció el sustrato, con su suelo terroso y sus secretos: conchas vacías de caracoles pequeños y restos refulgentes de queratina, el exoesqueleto de algún insecto, y en medio de todo aquello un minúsculo cuerpo metálico. Una pulga. Allí estaba. Había conseguido recuperar uno de los robots extraviados. Al menos podría hacerlo analizar y saber lo que había pasado con él. Gracias a aquel esfuerzo, sabría por qué había dejado de funcionar súbitamente. Podría dar una explicación a la Oficina. O al menos, dotarles con una prueba, una muestra sobre la que trabajar. La guardó cuidadosamente en uno de sus bolsillos y tras acariciar enérgicamente a Aske hizo un esfuerzo por ponerse en pie. Oteó en dirección a la cañada, tras sus muertos tallos despuntaba el minarete ruinoso. Ahí estaba el vehículo. Ahí estaba la salida de ese espacio.
–Vamos, Aske, es hora de volver a casa.

***********

Cuando el vehículo alcanzó la carretera principal, volvió a conectar con el resto del mundo y le aparecieron una serie de mensajes enviados desde casa. Llamadas que no habían dejado mensaje alguno. Se sorprendió por su silencio, su madre, cuando no conseguía localizarla siempre dejaba algún mensaje, así que escamada por el silencio, llamó al comunicador de casa.

–Residencia 87-3478 –respondió una voz masculina.

Se quedó muda, confundida por un momento, sorprendida por aquella voz masculina y por la respuesta obtenida: “residencia 87-3478”. Su memoria buscó inmediatamente sonidos de referencia, voces masculinas que conociese que pudiesen estar en su casa. Algún familiar lejano de su madre o de su padre, de esos que no había vuelto a ver en años, de los que guardaba algún vago recuerdo de su niñez. No le encajaba ninguna de esas voces. Tampoco la de ningún vecino, alguno de esos que raramente se detenían a hablar con ella o con su madre. Con ella, eran pocos, apenas mantenía contacto con la gente de la urbanización, el único hombre con el que hablaba asiduamente, cuando coincidían en la playa o en el mercado, era el Elend, el hombre que salía en barca y le había hablado de las islas de algas que había encontrado mar adentro, pero no tenía constancia de que hubiese estado nunca en casa, ni que tuviese una especial relación con su madre. Aunque, a decir verdad, no sabía nada de lo que hacía su madre durante el día. Ni si recibía visitas o con quien se relacionaba si salía fuera. Pero aquella voz no le sonaba a la de Elend. Igualmente, aunque hubiese sido la suya, le sorprendería que estuviese en casa, y más que fuese él quien respondiese al teléfono. ¿Papá? ¿Podría ser su padre? Rechazó inmediatamente la idea, no por poco verosímil, pero por no querer ni dar cabida a esa posibilidad. ¿Podría haber vuelto su padre sin previo aviso? Llevaba tiempo sin escuchar su voz, muchísimo tiempo, pero no la recordaba como aquella que había contestado al otro lado del comunicador. Estaba desconcertada, de repente la rutina de los días se había visto rota por aquella voz desconocida que vaticinaba una alteración de su realidad para la que no parecía estar preparada. 

–¿Con quién hablo? –dijo finalmente– ¿Puedo hablar con Yady?
–¿Es usted Evren Dedeyan? ¿La hija de Yady Dedeyan?
–Sí, la misma.
–Señora Evren, le habla el detective Iskander Binici. He intentado contactar con usted varias veces, pero estaba fuera de cobertura. He de pedirle que venga a su casa inmediatamente. Ha ocurrido un accidente.
–¿Dónde está Yady? ¿Puedo hablar con mi madre?
–Mejor venga a casa en cuanto pueda señora Evren.
Se zanjó la conversación.


Venga a casa en cuanto pueda. En cuanto pueda. Venga a casa. Esa frase no dejaba la conciencia de Evren, rondaba de un lado para otro, como si fuese un pez demasiado grande atrapado en un acuario demasiado pequeño. Apenas giraba, no había espacio, todo estaba contenido en aquellas palabras: ha ocurrido un accidente. Venga a casa en cuanto pueda. Y golpeaban una y otra vez en cada uno de sus arrebatos, y el acuario que era su cabeza quería romperse para liberar aquel animal demasiado grande, aquel ictioforme nervioso y alterado que no cejaba de atizar sus pensamientos, y quería ahogarlo, fracturar el contenedor si era necesario para extirpar aquella cosa y dejar de padecer sus sacudidas, pero no sabía cómo. ¡Cómo! La incertidumbre, la sospecha de aquellas palabras habían criado una angustia dolorosa. El dolor era físico. Y al final buscó el cordón neuronal entre sus cabellos y lo conectó para desvanecerse. Para liberarse de aquellas palabras. Se desrealizó para dejar de ser ella misma.





7 degustaciones:

Carmela dijo...

Joper, me quedo intrigadísima :))))

Espero impaciente para saber que ha ocurrido.

Un besazo y buena semana.

Aka dijo...

A ver si aprovecho los días de fiesta, entre comida y comida, para escaparme un poco de la familia y escribir un poquito, para quitarte esa intriga de dentro.

Besos y que sigas disfrutando de las fiestas que quedan con los que quieres y te quieren.
Un abrazo!

el maquinista ciego dijo...

¡Qué angustia! En las dos partes del relato, y ahora al pensar en la intriga de lo sucedido. Qué bien describes con imágenes cosas tan difíciles. Ese pez ahogándose, como la propia Evren al sol, intentando romper el acuario, me ha hecho sentirlo dentro.
Igual que Carmela, qué ganas de saber qué sucede! Qué terribles esas frases contundentes, misteriosas y vacías de emoción que nos traen en ocasiones los extraños 'Venga a casa cuanto antes', angustia y asfixia instantáneas para la pobre Evren, sin duda.
Que tengas unas buenas fiestas y que pronto te den un respiro para seguir con la historia (sí, egoísta deseo jejeje)
Abrazo grande y que tengáis los dos muy buen cambio de año!!

(PD: qué irónico que justo después de leer esta historia, haya que confirmar que 'no soy un robot' ;)

Aka dijo...

Result curioso que ya hoy en día tengamos que confirmar que no somos robots :)

Igualmente con las fiestas Maquinista, aunque cuando estoy escribiendo estas líneas la mayoría de ellas ya han pasado, pero bueno, aún queda la víspera de Reyes y el día de Reyes, para aquellos que lo celebren. De pequeño eran mi momento favorito de las fiestas, bajar a Barcelona con mis abuelos, seguir la cabalgata y luego en casa preparar la ofrenda a los reyes: un platito con turrones y neulas y una copa de cava para los reyes y bol de agua y de arroz blanco para los supuestos camellos que debían entrar por la terraza (aunque estuviesen en un ático y en la terraza apenas cupiese un gato). Luego acostarse y encontrar por la mañana todo aquello consumido y algún que otro pequeño regalo :)

A ver si puedo seguir estos con la historia y resolver lo del misterioso comunicado que ha dejado angustiada a la pobre Evren. De momento me voy de visita a tu casa que veo que acabas de publicar nueva entrada y yo sin haber comentado la anterior, que leí pero no comenté el otro día. Nos vemos por allí, para saber de tu pueblecito y esa temporada de esquí que está por llegar.

Un abrazo

el maquinista ciego dijo...

Ojalá sepamos pronto qué trae ese misterioso comunicado ;)

He buscado qué son las neulas, es una palabra preciosa. Y me ha gustado más todavía al saber que viene de nébula, niebla. Qué hermoso y sabroso ha de ser un dulce hecho de niebla.
Espero que quede algo de esa ilusión infantil para ti en estas fiestas. Y si no en las fiestas, en cualquier cosa, supongo que llega con abrir los ojos por la mañana y sonreír.

Abrazo y que tengas un bonito comienzo de año.

Aka dijo...

Vaya, lo que he aprendido hoy :) No sabía que "nuela" venía de nebulosa niebla, no me lo había planteado nunca. Gracias.

Algo queda de la fusión infantil, quizás no su inocencia lamentablemente, pero si esa alegría o fascinación por observar y aprender de las cosas... ese observar que en tu blog comentabas que estos días disfrutabas en el pueblo de marineros. Seguro que de ahí saldrán muchas historias reales e imaginarias, de momento la vara :)

Y con el nuevo y primer sobrino del lado de mi hermana las fiestas vuelven a recuperar su infancia :) Y a los que nos gusta ser niños de vez en cuando volvemos a tener excusa para serlo

Abrazos, Maquinista y Carmela

elmaquinistaciego dijo...

¡¡Enhorabuena!! Seguro serás un tío fantástico, qué suerte para ambos, para ti y para él ;))
Abrazos y disfruta esa nueva ilusión, que es de las buenas de verdad.