Creando mares


Željko Bebek - Oprosti mi sto te volim


Así es como los antiguos expresaban esto
en cuatro palabras: Dios corta el hilo.
Hemos visto consumirse un fuego de ramas.
El fuego arde ahora en algún otro sitio. ¿Dónde?
¿Quién sabe? Estos tizones ya están consumidos 

Thomas Merton 
(El camino de Chuang Tzú)


Me doblé sobre el espacio-tiempo para descubrir que el futuro fue ayer. Que hoy era tarde, y enfurecido escarbé, arañando el terruño, removiendo barro, polvo, arcilla y marga. Manos como almocafre, escardando el suelo. Polvareda de ira y enojo que se hunde, horadando el terreno en sangre, buscando las venas de la tierra para liberar su linfa. Sajar en carne el suelo hasta abrir un mar que fluya entre orillas indefinidas. Que crezcan las aguas, liberadas e incontroladas, hasta desplomar los cielos y tragarse las nubes en cabrillas espumosas. Que el sol brille con luz trémula desde sus profundidades, entre manubrios y tentáculos gelatinosos de medusas, lágrimas de mar suspendidas como zarcillos.

Mas tarde, cuando el movimiento  empiece a sosegar, dejarme llevar por la flameante mareta entre el rumor de  la  muchedumbre que busca activa y desesperadamente la orilla perdida. Lamentos. Lamentos de todo tipo surcan el viento que arrulla el nuevo mar. Pregúntate a ti mismo porqué lloras. Todo el mundo tiene algo por lo que llorar. El mar se gusta y se crece con ello, y así las orillas se alejan retornando a lo misterioso, al origen. Al sueño materno que envuelve al mundo en niebla. 

Cuando alcanzo la costa entre brumas de un antiguo puerto, encuentro a otras personas adulando el suelo. Besando, palpando, magreando la tierra despreciada durante años. Que sus padres y hermanos ignoraron. Que sus abuelos olvidaron y desoyeron, y que generación tras generación maltrataron. Ahora mujeres y hombres, viejos, jóvenes y niños honran el suelo firme, postrándose sobre ella, orando a viejas y nuevas deidades, quemando incienso, depositando a modo de ofrenda ramas de olivo. Derramando copiosamente líquidos en la árida tierra, en libaciones comunales, para restablecer el lazo entre hombres y naturaleza, o masturbándose sobre la misma clamando su fertilidad. Todo es efímero, poseemos cosas para perderlas, para aprender a desprendernos de ellas.

El pasado es un país extraño y desconocido cuyas fronteras se extienden hacia el futuro. Unos chiquillos, quizás sea yo mismo, arrojan piedras desde la orilla intentando hundir el agua a pedradas. Por un momento la superficie se agita y parece que su estructura vaya a colapsar, pero se reconstituye inmediatamente y todo sigue igual: pequeñas olas van y vienen. 

¿Desnudar el espíritu o el cuerpo? 
No aquí pequeño, me dice compasivamente una anciana.
No en esta vida. Este mundo, esta vida, no admite la desnudez. 
Cuerpo y alma deben aprender a vivir vestidos, enfundados en trajes de encaje.

Heme aquí, sobre este nuevo terruño, creyendo. Queriendo creer que la vida es una liberación. Que al momento de nacer, cuando se rompe el cordón umbilical, el individuo se vuelve individuo. Una unidad indivisa e independiente. Pero descubro, vuelvo a descubrir mejor dicho, que ese extraviado mundo del pasado, si bien extraviado y extraño permanece de alguna manera tatuado en el alma, y que soy los que fueron, todos sus muertos. Que voy lastrando cadáveres. Mascando su tierra, la tierra que los alberga por más que la sumerja bajo mares. Que el futuro fue ayer, que llego tarde una vez más. Que matar muertos es como hundir mares a pedradas.



Para Chuang Tzu, perder la propia vida es salvarla, y perseguir salvarla para propio bien es perderla. 
Hay una reafirmación de que el mundo no es más que la ruina y la perdición. 
Hay una renuncia al mundo que encuentra y salva al hombre en su propia casa, que es el mundo de Dios. 
De cualquier manera, el "camino" de Chuang Tzu es misterioso, porque es tan sencillo que puede recorrerse 
aún sin que sea en absoluto un camino. Lo que desde luego no es, es una "salida". 
Chuang Tzu hubiera estado de acuerdo con san Juan de la Cruz
 en que se entra en este tipo de camino cuando se abandonan todos los caminos y, 
en cierto modo, uno se pierde.
Thomas Merton


4 degustaciones:

i*- La que canta con Lobos dijo...

"El pasado es un país extraño y desconocido cuyas fronteras se extienden hacia el futuro."

Una liberación es leerte. Cuanta vida y cuanta muerte. Me encantan tus palabras. Besos!

Anónimo dijo...

"...matar muertos es como hundir mares a pedradas." Los muertos y el pasado, los recuerdos, el lastre... Es un gran sabio el que aprende a esconderlos en el sotano de la memoria... pero matarlos, a los muertos, imposible... Yo tengo algunos de estos muertos en la playa, esa playa que yo bauticé cuando estaba con mi mujer como "La playa del perdón", porque en ella nos reconciliabamos y encontrabamos paz, en tardes en las que la orilla del mar estaba casi deshabitada, y la brisa suavizaba nuestras asperezas... Esos muertos quedaron allí y yo hace mucho tiempo que ya no he vuelto a esa playa... mi playa... donde el mar nunca se acaba. Un abrazo amigo.

Aka dijo...

Me encanta saber de tus visitas Loba. Supongo que vida y muerte son sinónimos, no sé como podría definirse la vida sin el concepto de muerte. Quizás porque la mente humana está diseñada para las cosas finitas, para el día a día, para sobrevivir en un mundo práctico en el cual el concepto de infinito o eterno no existe... por eso nos resulta tan difícil pensar en grandes números, en la edad de la Tierra, la edad del Universo, su expansión, etc... y en fin.

Un abrazo

Aka dijo...

Esconder o evitar el encuentro con los muertos del pasado es difícil Lázaro. Tarde o temprano aparecen por aquí o por allá, asomándose de nuevo a la vida, para recordarnos que vivieron. Pero creo que es algo positivo, pues con su recuerdo nos recuerdan que vivimos, que vivimos en el pasado y que seguimos vivos, que ellos son pasado y nosotros presente. Y el pasado, aunque doloroso creo necesario recordarlo y aprender a convivir con ello. Muchísimas gracias por la anécdota de la playa del Perdón, y entiendo perfectamente el vínculo emocional que se puede generar con un lugar... allí está ese mar infinito, al que podrás acudir cuando quieras recordar, pues al fin y al cabo, con el tiempo sobre todo nos convertimos en memoria, el pasado se extiende sobre el presente, el mismo se hace pequeño, y el futuro se contrae hasta perder todo significado. Y entonces, quizás, ese mar vuelva a resplandecer y verse hermoso...

Un abrazo amigo.