Matt Elliott: Dust flesh and bones
Preguntas, sueños y esperanzas se codean con nosotros en la mesa.
Anidan en nuestros bolsillos como una nota escrita de una o dos líneas que se reencuentra en el futuro. El invierno ingiere desproporcionadas cantidades de luz, oscureciendo los días –esa porción de tiempo que antes pertenecía al día–.
Imposibilitándolos. Negros, los días visten de luto.
Los sueños hastiados de esperar la luz del alba se vuelven desvergonzados,
se asoman a los grandes ventanales y ondean las cortinas con sensualidad.
Danzar sobre los adoquines.
Eso quieren.
Anidan en nuestros bolsillos como una nota escrita de una o dos líneas que se reencuentra en el futuro. El invierno ingiere desproporcionadas cantidades de luz, oscureciendo los días –esa porción de tiempo que antes pertenecía al día–.
Imposibilitándolos. Negros, los días visten de luto.
Los sueños hastiados de esperar la luz del alba se vuelven desvergonzados,
se asoman a los grandes ventanales y ondean las cortinas con sensualidad.
Danzar sobre los adoquines.
Eso quieren.
Zurce lugares y días, en una memoria desgastada de recuerdos encauzados por raíles y traviesas infinitas, mientras va deteniendo la locomotora. El anciano maquinista reconoce su último apeadero, abandona la terminal y se espanta. ¿Dónde ir? Le han despojado de las vías que lo han dirigido toda su vida.
La carcasa de una enorme ballena férrea, esa fue la sensación que le transmitió la estación la primera vez que la vio. El ruido indefinido en el cual se confundían zapatos marchantes, equipajes arrastrados, diálogos fugaces, exhalaciones de vapor y silbidos codificados fascinó al niño que llegó a ser. De sus ruidosas vísceras partían railes paralelos a la inextinguible lejanía. A tierras ignotas de ciudades veladas. Qué placer dirigir una de aquellas locomotoras y partir al horizonte a descubrir lo que allí se esconde.
Empezó de joven a trabajar en la estación. Aprendió el oficio de mecánico, a entender e interpretar el lenguaje de las máquinas, de los depósitos y cilindros y la combustión interna que les propiciaba vida. Confiando que un día podría conducir una de ellas, abandonar la panza de la ballena y abrirse al inagotable horizonte. Transportar las expectativas de la gente que se abrazaba a las maletas. Conectar las ilusiones que vivían distanciadas. Muchos cambios de pistones, quemaduras de vapor y reparación de tuberías desgastadas le sirvieron al final para que le permitiesen conducir un tren y así partir de aquel espacio cautivo para explorar los férreos senderos.
"El tren parte a las nueve y ocho minutos", respondía a los pasajeros que le preguntaban antes de subirse al vagón. Sus trenes nunca salían a la hora en punto o los cuarto de hora. Evitaba partir en minutos múltiplos de cinco. Esos horarios le resultaban artificiales. Una reducción simplista del tiempo como si éste fuese regular, predecible y divisible en porciones similares. El siempre ha tenido muy claro que no es así, que el tiempo tiene su propio calendario y su transcurrir independiente, pese a nuestros innumerables y continuos intentos por capturarlo. Por ello nunca intentó competir con el mismo, mostrándose más preocupado por el buen funcionar de su máquina y la seguridad de sus viajeros que de las agujas del reloj.
Solo una vez estuvo involucrado en un accidente. Arroyó sin poder evitarlo un automóvil que se cruzó en las vías. El ruido debió ser despiadado. La locomotora destripó el coche y arrastró su cadáver mecánico varios metros. La campiña se tiñó de un terreno inhospitalario, con el hedor de frenos quemados y hierros candentes por el que vagabundearon por unas horas sus pasajeros que no sufrieron más que pequeñas contusiones por el impacto.
–¿Qué, cuántos murieron? No lo sé –respondía siempre que se le preguntaba por las víctimas del automóvil–. Qué más da, eso es incuantificable. La muerte es infinita.
Siempre rehusó hablar de aquel incidente, de rememorar en voz alta lo que le atormentaba por las noches y en sus prolongados silencios mientras se sumergía en el paisaje. Los compañeros que lo conocían desde hacía más tiempo aseguran que nunca volvió a ser el mismo. Que sus silencios eran penas atragantadas, compunciones contenidas que nunca consiguió consumir.
Hoy se ha apeado en esa misma estación por última vez. Observando la carcasa metálica que sigue conteniendo a toda esta multitud: sus ilusiones, afanes, desesperanzas, monotonías. Su figura se pierde entre el tumulto de gente preguntándose ¿qué hay más allá de las vías? ¿Qué se nos esconde tras el punto de fuga? Toda una vida en pos del horizonte y sigue sin respuestas.
27 degustaciones:
http://youtu.be/X6stUsZWWto
Lo prometido es deuda...y si te cuento que no lo encontraba y que no sé porqué me desperté a las 3 de la mañana y encendí la compu y un amigo de buenos aires lo posteó en su perfil de la red social y...acá estoy. Espero que te guste. Tenés que verlo un par de veces.
ABRAZO AKA
La imagen que proyectas es muy nítida. Y los sentimientos muy palpables, espero que la próxima semana no te ausentes. Una de mis cosas favoritas en el mundo son los trenes, escucharlos, verlos, me da tranquilidad, pero nunca me he atrevido a subir.
Qué puedo decir, Aka, aparte claro de ¡¡Bienvenido!! (inmensa es la alegría de saberte de regreso ;))
Un relato duro pero hermoso, me gusta especialmente el 'propio tempo' y la conexión de las distancias (dos de mis grandes obsesiones y continuas 'observancias')
Las últimas líneas son una joya...toda una vida en pos del horizonte...más allá de las vías...........
Y fíjate, a punto estuve de poner una ilustración que encontré en Animalarium de una enorme ballena blanca en la última entrada, aunque finalmente me decidí por el armazón proteico...
Un placer volver a tu casa y encontrar tus entretejidos de letras, que abrigan como abrazos, más que mantas ;))
Un bico enorme, Aka!
Qué bien que vuelvas! Quiere atrapar el tiempo pero sabe que la muerte es infinita, grande.
Un beso^^
Qué bello es, y qué duro, dejar el tren que nos acompañó y guiamos, la vida toda. Con la muerte (que es infinita) a cuestas. Un abrazo.
Hace mucho aprendí que en el tono de las preguntas están las respuestas. Así me pasó por arder tantísimas veces con la palabra en la boca y no recibir respuesta alguna. Siempre tuve el defecto de hablar bajito para que nadie percibiera la carga emocional de las palabras. Pero ya me he perdido, felizmente, más allá de las vías. Atravesado mudas oscuridades para apresar máscaras de la realidad, la minotaurada vidriada que en verdad, no entiende de horas exactas ni de lejanías.
Supongo que no seré el único exultante ante tu vuelta a la colección de vinos conversados. Auguro un excelente año de cosechas. Un constante hilar que me anima a trabajar en mi espacio. Debería decir; el placer de leer, y el gozo de escribir. El placer de sentir la trayectoria de un maquinista, y el goce de abrir una ventana y lanzarme al vacío.
Un abrazo de elefante querido Aka. Y líbranos de las letanías… ¿Es importante retrasarse unos minutos si has de llegar allá donde anhelas? Hermoso canto y letra la de Matt Elliot.
Aka, tengo una especie de déjavú, la estrofa donde dices que los trenes salen a esas horas tan peculiares me suena horrores.
Te echaba de menos, ¿Dónde te habías metido? nadie te iguala en sensibilidad.
Me encantan los trenes, paso mucho tiempo en ellos. Y en estaciones... bonito texto. Un beso!!!
Siempre me he preguntado la fascinación que hemos sentido todos ( en algún momento de nuestra vida) por los trenes...
Besos.
Muy buenas preguntas las del último párrafo. Toda una vida buscando la respuesta, y al final uno sigue preguntando exactamente lo mismo.
Biquiños.
Carmen
Admiro mucho la manera tuya de hacer que las palabras se llenen de música, como otras veces se carguen de una pausa en silencio que llega incluso hasta doler.
Es una historia, aunque de fondo triste, realmente hermosa. Narrada con esa delicadeza tan habitual en ti. Es admirable, en serio.
Es difícil destacar una frase entre toda esta lúcida narración, pero hay una que permanece revoloteando aun después de ser descubierta y haberla dejado libre para todos nosotros. ..“El ruido indefinido en el cual se confundían zapatos marchantes, equipajes arrastrados, diálogos fugaces, exhalaciones de vapor y silbidos codificados fascinó al niño que llegó a ser”…
El niño que llegó a ser… Parece que esa frase estuvo ahí para pasar desapercibida, pero te aseguro que lleva una carga emocional, que ha conseguido atravesarme por completo.
Te felicito nuevamente, Aka. No me gustaría pecar de condescendiente, pero, cuando algo es verdaderamente bueno, profundo, hermoso; callárselo sería acometer injustamente al silencio.
Celebro tu regreso.
Muchas gracias Emma, ya no me acordaba que me habías comentado tiempo atrás de este video. Está muy bien, puede uno visualizar la vida de una persona en 40 segundos en una buena selección de escenas.
Un abrazo!
¿Cómo que nunca te has atrevido a subir a un tren Bellarte? ¿Lo dices en serio? ¿Nunca has viajado en tren? Hazlo, en serio vale la pena, para mi no hay mejor medio de transporte que el tren bien sea para recorridos cortos como largos, el traqueteo de los railes, el paisaje que se desliza por la ventana, poder moverte libremente por el vagón, etc... es la esencia del viaje. Tienes que subirte a un tren...
procuraré andar por aquí la semana que viene, a ver si resuelvo mis problemas de internet para poder visitaos con la atención que os merecéis todos vosotros.
Besos
Me alegro de estar de vuelta... espero recobrar cierta frecuencia, y sobre todo tiempo para poder visitar y comentar con calma todas vuestras entradas, que todo y procurar leerlas nunca dispongo del tiempo ni lugar necesario para comentar como es debido.
Recuperé aquí un viejo texto con algunas modificaciones que nació a partir del primer parágrafo, y se extendió a la pasión que las estaciones y lugares de paso despiertan en mí. Quizás porque presiento mi propia vida como una sucesión de lugares y situaciones de paso... donde todo es temporal y al mismo tiempo atemporal,,, intuitivamente creo que para llegar algo a ser algo atemporal debe ser temporal, no entrar en el círculo de la rutina y la cotidianidad y caer así en el olvido, en la pérdida de la excepcionalidad que tienen las cosas atemporales... quizás sea una intuición equivocada, quien sabe. Ando felizmente distraído estos días, soñándome como Muchacho y sus praderas infinitas, con una mirada ansiosa de paisajes nuevos y una melodía silbada en todo momento de mis labios.
Besos y un abrazo muy fuerte Maquinista!!
Yo también quiero atrapar el tiempo Ina, y por eso se me escapa... debo aprender a ignorarlo, y quizás así, y sólo así consiga disfrutarlo.
Abrazo, y gracias por la bienvenida :)
Los cambios son siempre duros Joven, pero a veces necesarios y curativos..., otras no, siempre dolorosos... pero de una manera u otra nos reinventamos. Salirse de las vías del tren no siempre es malo, el horizonte se vuelve infinito sin railes, vertiginoso y excitante al mismo tiempo.
Un abrazo
Espero que se cumpla el augurio del que hablas Rider con buenas lecturas y escritos. Y muy cierto lo del tono de las preguntas y las respuestas... la timidez en ocasiones, demasiadas, sigue siendo mi talón de Aquiles, y todo y procurar enfrentarme a ella en demasiadas ocasiones muestra su carácter imponiéndose a cualquier otro de los que me habitan y me deja en silencio, en susurros o inmovilizado. He ido conteniéndola con el tiempo, pero es una naturaleza con la que nací y crecí, mi padre de pequeño siempre me inquiría que hablase más alto que no andase por casa o en la mesa susurrando, que la gente no me entendía... pero en ocasiones sigue los labios entrecosidos dejando solo escapar un fino hilo de voz que asesina toda posible respuesta...
un abrazo enorme también para ti Rider!!
Aina, andaba (ando) un poco distraído con los pequeños imprevistos de la vida, y con cambios de residencia, idas y venidas y sin conexión de internet, por lo que apenas tengo tiempo para poder comentar vuestras entradas todo y procuro leerlas cuando se dan las circunstancias... espero reubicarme en un lugar u otro en breve y poder recuperar cierta frecuencia en mis textos y los vuestros.
Un abrazo
Comparto tu atracción por los trenes Loba, también yo pasé yo mucho tiempo entre estaciones y trenes a diario... no en los últimos años, pero es lo que tiene vivir en una ciudad pequeñita donde todo queda cerca.
Besos!!
Es cierto Chatnoir, supongo que será por el imaginario de que pueden llevarnos a otro lugar, bien sea por la necesidad de escapar de algo, o por el puro placer de viajar y explorar nuevas sensaciones y lugares...
petons i una abraçada
A veces me siento encerrado en un círculo o en un laberinto espiral del que resulta imposible salirse, si miro atrás la mayoría de las preguntas que sigo formulándome son las mismas que arrastro desde hace muchos años, muchas desde la infancia... cambia el tono, los adjetivos y la manera de formularla, pero el contenido es el mismo... y quizás sean esas preguntas la raíz que nos aferra a la vida y nos alimenta en pos de la respuesta. Una respuesta es una rama muerta que deja de crecer, quizás sea sano y necesario que algunas queden siempre sin respuesta para poder creciendo.
Petons Carmen
Muchísimas gracias por el comentario YO, viniendo de ti cualquier comentario sobre el texto lo valoro mucho, en serio. Si bien no es la finalidad por la que escribo siempre se agradece que otros afines comenten y nos feliciten de vez en cuando por ello... y me alegra que te detuvieses en esa frase, pues en ella intenté capturar las primeras sensaciones que recuerdo de las estaciones de trenes cuando era pequeño, esas imágenes y ruidos indefinidos de un gran caos organizado que te envuelve y del que cuesta encontrar un patrón por mucho que uno lo busque... creo que ya de pequeñito me paraba a analizar demasiado algunas cosas. En fin, reitero mi agradecimiento por tu comentario y disculparme por la ausencia en tus entradas en las últimas semanas, todo y leerlas cuando tengo acceso a internet, las condiciones no son propicias para comentarte como merecen.
Un abrazo bien fuerte
Me ha encantado este relato Aka, y me he identificado mucho con él, supongo que porque yo también trabajo con maquinaria y hace años tuve un accidente en el que herí a un compañero. De aquello me quedó un antes y un después, como a tu maquinista. También extraigo de tu texto sensaciones que conozco bien, las dudas existenciales de un hombre con un trabajo en apariencia sencillo, pero que él era capaz de convertirlo en arte y ese vacío que queda cuando abandonas algo en lo que has estado metido casi toda tu vida, esa falta de horizontes... lo dicho: magistral.Un abrazo y que termines pronto tu mudanza.
Muchas gracias por sacar tiempo de donde no lo hay para subirte al tren estos días ;)) Yo ando también liada y con una conexión en continuo vaivén, pero ya he respondido al fin!
Compartido es ese sentir de la propia vida ‘como una sucesión de lugares y situaciones de paso’ (y esa atracción y amor por los trenes y las vías, claro). Por cierto, genial diálogo entrelazado entre tú, Rider y Carmen acerca de las preguntas, sus tonos, sus respuestas, la conveniencia de las mismas o no...Aparte de tus textos, es de lo mejor de este blog, que hace honor a su nombre, y los comentarios son ciertamente ‘vinos conversados’! (y qué decir de Yo y su afinadísima –que no afilada- puntería para dar justo en el ‘cuore’ de la historia ;))
(PD: Bellarte, haz caso a Aka, ¡súbete al primer tren que pase!!)
Besos y abrazos también para ti (y que sigas felizmente distraído, silbando melodías sobre esas praderas infinitas que sueñan tus ojos ;))
Gracias por el comentario Lázaro, siempre es interesante escuchar las sensaciones que puede despertar un texto que escribimos en otras personas, y agradezco mucho tu personal y particular punto de vista... como dices supongo que esta vez te has podido sentir más identificado con parte de la historia por lo que me explicas, quizás más que yo... que de maquinaria no sé absolutamente nada todo y fascinarme siempre el conocimiento de algunas personas y la facilidad para resolver problemas que a mi me parecen irresolubles... yo siempre he sido de conocimiento "impractico", cuanto más "impráctico" más me atraía, eso si siempre dignificando a los del conocimiento práctico... quizás por eso, por temor a no estar a la altura de lo práctico me paso a lo impráctico donde las carencias del conocimiento no son tan evidentes o con consecuencias...
Un abrazo de alguien que también abandona poco a poco lo que ha llenado su breve vida, y gracias por los buenos deseos!!
Gracias inmerecidas Maquinistas, siempre es un placer subirse al tren, ya andaba con ganas de poder detenerme un poco en vuestras casas y vagones, pero una conexión limitada de momento en continuo vaivén (al que hay que sumar el mío, cuyas frecuencias suelen entrar en resonancia y generan un vaivén entonces mayor de consideraciones mayores mesurables por cualquier oscilógrafo) me lo impedían. Muchísimas gracias por el halago a los comentarios, que sin duda se debe a todos los que aquí comentáis y que todo y no agradecer muy a menudo (pues mal disimulado, pero soy parco en palabras, los dedos porque tienen autonomía propia para escribir cosas insustanciales o a nivel de piel, pero las palabras que salen de dentro, esas a las que los dedos no tienen acceso si algo dentro no las empuja, me cuestan más de exponer... como si se desgastasen o se resfriasen por ello), agradezco y enormemente el tiempo que dedican todos ellos a no solo leerme sino a dejar su huella en mi colección...
besos y abrazos, me alegrar haber leido que el fin de semana fue maravilloso. ¿Podía ser de otra manera en buena compañía? Mañana volverán a silbar mis labios al inundarse la vista de praderas nevadas :)
Siempre me resulta tan poético el mundo de los trenes, quizás porque, aunque toda vía esté de antemano trazada, no deja de ser un camino que se sumerge en el horizonte. Viajar es ir al encuentro del futuro que nos espera,con todas sus inmensidades. "Conectar las ilusiones que vivían distanciadas". No se me ocurre labor más hermosa, querido Aka. Y me encanta eso de que la muerte es infinita. La muerte cierra infinita posibilidades, y a la vez abre infinitas de ellas. Existen infinitos futuros, y quizás por ello mismo nada hemos de temer de nuestras elecciones, porque no existe ni una sola elección que niegue esos infinitos futuros que se abren ante nosotros. No sé, creo que me estoy liando, y además no puedo separar este texto de tus circunstancias actuales. Realmente al pensarte yo misma soy capaz de sentir esa emoción que nos bulle ante el infinito. Me encantará que nos lo cuentes. Me encanta tu valentía. Y quizás lo mejor de ir en pos del horizonte es que uno puede correr y correr tras de él, pero es un viaje que nunca se acaba. Un abrazo
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