Los árboles de la paciencia


Farid Farjad - Goleh Pamchal


Media mañana, el sol sobre la vertical, una pequeña plaza asimétrica fruto de un cruce de calles. La sombra de sus tres tilos cobija siete u ocho sillas plegables, del suelo, junto a ellas sube como enredadera invisible el aroma del café. Reposan junto a sus pies las tazas mientras leen el periódico. En la esquina una puerta abierta, dos fogones de llama y un anciano maestro cafetero cuya edad le ha nublado la vista y le ha privado de apreciar los sonidos. Me siento para disfrutar de la sombra, un buen café turco y la compañía improvisada de los allí presentes.

En esta época del año la isla de Chipre no recibe mucho turismo, la sección norte "turca" aún menos, por lo que en Girne casi todo lo que encuentro son nativos, todo y tratarse de un bello puerto costero. No resulta difícil entablar conversación con ellos. Una sonrisa, un comentario, y preguntas e historias empiezan a saltar de boca en boca. Resulta agradable hablar con desconocidos, ejercicio sencillo en el Mediterráneo, pero harto difícil en los países nórdicos. Así que me entrego al parloteo, hasta que al final no puedo resistir la tentación de preguntar a uno de ellos sobre las relaciones entre el norte "turco" y el sur "griego". 
Le comento que descubrir que la capital de la isla sigue dividida literalmente en dos con aduana y presencia de ambos ejércitos y del de las Naciones Unidas no deja de sorprenderme.  El corazón de la isla rasgado por una inmensa cicatriz fruto de un conflicto civil complicado, donde política, diferencias religiosas, lingüísticas y étnicas, una vez más, se conjuran para mostrar lo peor de los humanos. He escuchado historias de lo acontecido en ambas partes de la isla: chipriotas griegos que escupen al suelo al mencionarles los turcos, chipriotas turcos que blasfeman de los griegos, y una mayoría que se consideran chipriotas sin importarles si son de etnia griega o turca. Una mayoría incapaz, como sucede en muchos casos, de imponerse a los intereses de las clases políticas y las jerarquías religiosas que se sustentan en marcar diferencias entre los grupos. Dividir sociedades para gobernarlas.

El jubilado sentado a mi izquierda deja de leer su periódico, suspira, me observa por encima de sus lentes y coge aire antes de responder a mi pregunta:           

Deja que te cuente un par de historias. 
No importa si los "héroes" o las víctimas de estas historias son chipriotas turcos o chipriotas griegos, escucharás historias similares en ambas comunidades. La naturaleza de los "héroes" tiene más que ver con ser humano o inhumano, poco que ver con pertenecer a una etnia u otra. En ambos lados se han cometido cosas inenarrables, usando la guerra como un pretexto, una excusa para sus atrocidades individuales.
Dos "hombres", si puede otorgárseles esta categoría, son los protagonista de la primera historia. Dos hombres que se hicieron con una bella muchacha. Un obsequio de la guerra en sus propias palabras, una joven muchacha arrancada del campo, de su hogar con el único propósito de ser violada. Uno de ellos se encarga de violarla y posteriormente matarla. "¿Por qué la has matado?" pregunta enajenado el otro hombre, "también yo quería gozarla". El asesino, palpa el cuerpo inerte de la muchacha y le comenta al segundo: "Sigue caliente… adelante…, es toda tuya". Así que el otro sin vacilarlo se abalanza a violar el cuerpo sin vida de la joven, para luego entre ambos enterrarla en una pequeña fosa junto a los "árboles de la paciencia" (Sabir aghaci en turco). Unos años más tarde la historia saldría a la luz, pues ambos protagonistas tuvieron una fuerte discusión en la cafetería de su pueblo. El primero de ellos acusó en voz alta al segundo "¡Fuiste tú quien violó a la mujer una vez muerta!"…  y a partir de allí los detalles empezaron a brotar y conocerse en todo el vecindario.

Sin embargo la muchacha violada antes y después de su muerte, permanece enterrada y olvidada al pie de un "árbol de la paciencia". Ellos son los únicos testigos de esta horrible tragedia, los árboles que solo florecen una vez en su vida y fallecen inmediatamente después, constituyen su silenciosa tumba. Árboles transformados en cementerios. Cementerios del olvido. Una flor para los que ya no existen primaveras.

Ese infierno al que llamamos guerra ha creado unas comunidades realmente enfermizas, traumatizadas y ciegas, de las que nunca se han recuperado. Asesinos, violadores, víctimas, todos ellos deberían estar en la conciencia de las comunidades, pero son ignoradas y abandonadas. Nos negamos a ver nuestros propios horrores, los escondemos y nos avergonzamos de ellos, de manera que cada uno tenga que cargar con su propio dolor. Cada comunidad protege a sus asesinos y violadores, dejándoles seguir con su vida como si nada hubiese pasado. En Pafos puedes encontrarte en los juzgados a uno de estos violadores del 1974. ¡El violador es hoy en día un respetado juez de la corte!

Muchas de la mujeres violadas entonces han sido "tratadas" durante años por psicólogos y psiquiatras, pero sin resultado alguno. ¿Sabes por qué? Porque la violación es algo que nuestras comunidades chipriotas consideran una vergüenza, algo vergonzoso de lo que hablar, sin querer comprender, ni mostrar empatía o solidaridad alguna con los afectados. Convierten a las víctimas en invisibles. ¡En ambas partes de la isla, muchos maridos o familiares han abandonado a sus mujeres al saber que éstas habían sido violadas! 
Un joven muchacho, que por entonces tenía 16 años fue violado por un grupo de hombres durante el conflicto…, hoy pasea errático, vestido como una mujer, vociferando por las calles de Nicosia que se llama con un nombre de mujer. Todo Nicosia lo conoce, pero casi nadie lo reconoce como un trauma de la violación que sufrió, y se limitan a reirse de él. Cada uno de ellos sufre en solitario y silencio sus penas, como el "árbol de la paciencia", sin florecer, tan siquiera una vez en sus vidas… aguardando, mientras nuestros pueblos continúan sus vidas como si nada hubiese pasado en este país, sin enfrentarse con los monstruos que viven en sus propios hogares, solo viendo aquellos que viven en la otra comunidad. 
¿Cómo reconstruirse así?


Abandono la sombra de los tilos. La taza yace en el suelo, el poso de café una figura indescifrable, una incógnita agria como el devenir de los chipriotas.



6 degustaciones:

Lola Valero dijo...

'En ambos lados se han cometido cosas inenarrables, usando la guerra como un pretexto, una excusa para sus ATROCIDADES INDIVIDUALES.' Brutal. Siempre y en todas partes. Muy de acuerdo. Un saludo!

Carmela dijo...

Siempre es un placer perderse entre tus palabras y dejarse llevar por lo que cuentas, aunque sea como en esta ocasión algo que llega a las entrañs y revuelve la conciencia. Atrocidades que tienen tal magnitud que necesitan esconderse detrás de lago que las enmascare.....
Un beso, Aka

çç dijo...

déjame traerte del manso desconsuelo de Hado Lyria, unos versos

"Al infierno Ida y vuelta"

Raíces del mal que conocimos
En el ansia de un imán que trajinaba
Sin explicar ni nombres ni caminos.
Manejos y quejidos.

La mansedumbre ya restalla al sol.
Vuelan moscas zumbonas, engolosina
La cabeza sin sangre recordable
De un pulcro héroe que calzó herradura.

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qué fácil es olvidar la mosca "tan presente" con tánta estatua!!

abrazo

Aka dijo...

Gracias por el comentario Capitán Placenta. Suele hablarse en los conflictos armados del cómputo de víctimas, del sufrimiento de los pueblos, olvidándose el sufrimiento individual, y sobre todo ignorándose los delitos individuales de robo, violación, asesinato que puedan cometer los individuos tanto militares como civiles, como si los periodos de guerra fuesen vacíos en el tiempo en el que los derechos humanos y las leyes dejan de existir. Ambos bandos callan y no juzgan a los suyos por vergüenza, quiero creer, y no porque consideren que el otro lo mereciese... quizás piense demasiado bien de la gente, todo y los constantes esfuerzos de la humanidad para demostrarme lo contrario.
Un saludo

Aka dijo...

Esperemos que algún día los derechos denominados humanos sean verdaderos y se apliquen a todos por igual, e independientemente de las circuntancias, y esos actos vergonzosos dejen de esconderse y vean la luz... por terroríficos que sean, el mundo parecería un lugar más iluminado, más vacío de sombras.
Besos en oleaje Carmela

Aka dijo...

Gracias por el poema Rider, desconozco la obra de esta poeta, voy a mirar si encuentro en la red –que todo lo sabe– alguna cosa más para satisfacer mi curiosidad. Estatuas no faltan en Chipre, ni las clásicas que brotan por todos los rincones, ni las político-sociales de dos sociedades que se ignoran completamente la una a la otra. Los mapas del sur acaban en una franja norte vacía, sin carreteras ni ciudades, y lo opuesto sucede con en el norte. Cuando preguntas incluso en Nicosia por estableciminetos para dormir a uno u otro lado, te contestan que del otro lado no hablan, no pueden darte información... sociedades petrificadas pero como dices llenas de moscas zumbonas de una guerra reciente que se niegan a resolver para buscar una salida sensata a una sinrazón... moscas a ambos lados de la frontera, se indignan por las del vecino sin escuchar el zumbido de las que corren por sus calles.
un abrazo fuerte